Juanita Castro fue reclutada por la Agencia Central de Inteligencia (CIA) en 1961 a través de su amiga Virginia Leitao da Cunha, esposa del embajador de Brasil en La Habana, pero rehusó conspirar en acciones contra la vida de sus hermanos Fidel y Raúl Castro.
Según revela Juanita en su libro de memorias Fidel y Raúl, mis hermanos. La historia secreta, que salió al mercado este lunes, Virginia Leitao da Cunha la citó en la residencia de los embajadores brasileños, ubicada en la exclusiva zona de El Laguito, en La Habana, para proponerle que colaborara con “unos amigos que conocen de tu labor [contraria al régimen] y que quieren ayudarte”.
El encuentro entre las dos mujeres se produjo poco después de la fallida invasión de Bahía de Cochinos, ocurrida en abril de 1961, y en breve Juanita comenzaría a operar dentro de Cuba como la agente Donna. Por casi tres años se dedicó a proteger en su casa a opositores de la revolución que lideraban sus hermanos.
"La persona que me estaba llevando con ellos era (...) no sólo amiga mía, ¡sino quien había sido fiel seguidora de Fidel! Una mujer valiente y justa, que conocía profundamente la situación de Cuba", afirma Juanita, de 76 años, en el libro, convertido desde este lunes en suceso editorial en varias capitales latinoamericanas.
El volumen, de 432 páginas, fue escrito en colaboración con la periodista mexicana María Antonieta Collins y publicado simultáneamente por la editorial Santillana en Estados Unidos, España, México y Colombia.
Vasco y Virginia Leitao da Cuhna habían sido particularmente solidarios con los revolucionarios que lucharon contra la dictadura de Fulgencio Batista (1952-1958), pero con el paso del tiempo se decepcionaron con el rumbo del proceso liderado por Fidel Castro. La embajada brasileña brindó asilo en esos años a decenas de perseguidos políticos y logró de sacarlos del país.
Para ese entonces los Leitao da Cuhna habían sido designados por el presidente izquierdista Joao Goulart (1961-1964) para encabezar la embajada brasileña en la Unión Soviética. Vasco sería desginado años después como canciller. El matrimonio vivió en Nueva York en los años 70.
No es la primera vez que se habla de la participación de Juanita, de 76 años, en actividades de la CIA, sólo que ahora la confirmación trasciende de su propia voz.
El 4 de julio de 1964, semanas después de su llegada al exilio, el diario The Times-Picayune, de Nueva Orleans, publicó un despacho de la agencia Associated Press, donde se sugiere su colaboración con la CIA. "Juanita Castro informó a la CIA; entregó datos durante cuatro años en Cuba", según la información.
En 1975, el ex agente Phillip Agee calificó a Juanita de agente de propaganda'' al servicio la CIA en su libro Inside the Company (Dentro de la Compañía).
Y en 2005, Ted Shackley, uno de los principales oficiales de la CIA sobre el tema Cuba, escribió en su libro Spymaster, My Life in the CIA que la agencia de espionaje estuvo en contacto con Juanita a través de Virginia Leitao de Cunha.
De acuerdo con el relato de Juanita, Virginia le propuso que viajara a México con el pretexto de ver a su hermana Enma Castro, para sostener el contacto con el oficial de reclutamiento. Enma, actualmente de 74 años, reside en la capital mexicana desde los años 50, y nunca estuvo enterada de los verdaderos motivos del viaje de su hermana.
Juanita y Virginia viajaron por vías separadas ala Ciudad de México y se encontraron con el oficial de la CIA en una suite del entonces recién inaugurado Hotel Camino Real, el 24 de junio de 1961.
El oficial era uno de los expertos de la CIA para el caso de Cuba y se presentó como Enrique, pero su verdadero nombre era Tony Sforza, pieza clave de la Operación Mangosta, un ambicioso proyecto de sabotajes económicos e incursiones armadas contra el régimen castrista que la CIA puso en práctica tras el fiasco de Bahía de Cochinos. Sforza había estado infiltrado en Cuba haciéndose pasar como jugador de casinos, con el nombre falso de Frank Stevens.
Juanita aceptó trabajar para la CIA bajo la condición de no participar en ninguna actividad violenta contra sus hermanos u otro funcionario del régimen, y no quiso aceptar retribución monetaria por su colaboración.
"¿Tuve remordimientos por traicionar a Fidel al aceptar reunirme con sus enemigos?", se cuestiona Juanita en sus memorias. "No, por una sencilla razón: yo no lo traicioné a él. El fue quien me traicionó a mí. El nos traicionó a los miles que sufrimos y peleamos por la revolución que nos ofrecía, la que era generosa y justa y que traería paz y democracia para Cuba".
Su primera misión se produjo una semana después, transportando desde México latas en conserva donde iban documentos, mensajes y dinero para los hombres de la CIA y otros conspiradores anticastristas dentro de Cuba. Juanita viajó también con un manual de descodificación de mensajes cifrados que recibiría a través de un radio de onda corta.
El nombre asignado por la CIA fue el de Donna y para los mensajes en clave Juanita escogió dos melodías: el vals Fascinación, del compositor F.D. Marchetti, y la obertura de Madame Butterfly, de Puccini. Si se transmitía la primera, era señal de que habría un mensaje, mientras que la segunda indicaba que no.
A su regreso a La Habana y por orientación de la CIA, Juanita escogió como sus colaboradoras a las hermanas Hilda, alias "Puchi", y Carmita Morgade, amigas de la familia y estudiantes universitarias. Las Morgade habían sido responsables por el traslado encubierto y la conservación oculta en una casa del central Stewart, cerca de la ciudad de Ciego de Avila, de los manuscritos de La historia de absolverá, el alegato que Fidel Castro pronunció en el jucio por el asalto al Cuartel Moncada en 1953.
Las tres mujeres, según el libro, contribuían a la protección de personas perseguidas en la casa de huéspedes que era propiedad de Juanita en la Calle J número 406, en la barriada habanera de El Vedado.
En una ocasión, cuenta Juanita, tuvieron que trasladarse en su automóvil a la provincia de Matanzas para recoger un mensaje colocado en un señalamiento vial en plena carretera, descifrarlo y luego entregarlo en un sitio cercano. Después de cumplir la misión las mujeres decidieron ir a Varadero, pero se les rompió el carro y comenzaron a pedir un aventón a los choferes que pasaban.
"¡Cuál sería nuestra sorpresa al ver que el primer auto que se detiene para ayudarnos, en realidad era toda una comitiva!'', recuerda Juanita.
Era el propio Fidel Castro que se dirigía también a Varadero y recogió a las mujeres. Sus hombres se encargaron de remolcar y reparar el automóvil de Juanita.
El libro también refiere que antes de las Crisis de los Misiles, desatada en octubre de 1962, Juanita pasó información a la CIA sobre la existencia de cohetes soviéticos esparcidos en territorio cubano.
En septiembre de 1962, durante una visita realizada a México, Juanita es interrogada por su amiga brasileña y enlace de la CIA, Virginia Leitao da Cunha, sobre los rumores de la instalación de armas nucleares soviéticas en la isla.
"No es un secreto", le responde Juanita, "que por lo menos en Sagua la Grande, Guanajay [ sur de La Habana] y San Cristóbal [Pinar del Río] algo están haciendo".
En el relato, le informa que el Hospital Naval de La Habana se había convertido en "un centro hospitalario para rusos".
Tras producirse la muerte de su madre, Lina Ruz, en agosto de 1963, Juanita se sintió desprotegida ante la vigilancia de sus hermanos en momentos en que arreciaban sus actividades contrarrevolucionarias.
La decisión de la CIA de sacarla de Cuba sobrevino poco después en una carta enviada por Virginia y coincidió con el recrudecimiento del control de la inteligencia castrista sobre sus acciones.
Según el relato, Raúl Castro vino a verla a su casa con un abultado expediente del G-2 respecto a sus acciones contrarrevolucionarias. No se especifica si en la información contenida habían referencias a sus contactos con agentes de la CIA.
"Esto es una locura. Yo prefiero cerrar los ojos y no leer esto y creer que tú lo que eres es una muchacha medio loquita, con la boca suelta y nada más. De otra forma, si las cosas que dicen de ti fueran verdad, nuestra actitud sería diferente", le reprocha Raúl a Juanita en el libro. "Está de más decirte cómo está Fidel contigo".
Es entonces cuando Juanita aprovecha para decirle a Raúl que se irá a descansar un tiempo a México junto a su hermana Enma, y le pide su mediación para conseguir el permiso de salida del país.
A lo largo del libro, Raúl es presentado como una suerte de escudo protector de Juanita frente a sus conflictos con Fidel Castro.
Raúl accedió y se despidió de ella con un beso y un abrazo. Juanita abandonó Cuba definitivamente el 19 de junio de 1964.
El Nuevo Herald
http://www.elnuevoherald.com/212/story/574052.html
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