domingo, 23 de diciembre de 2007

Elecciones en América


Hacia las primarias


Existe la posibilidad de que ninguno de los candidatos republicanos llegue a la Convención de nominación con una mayoría de delegados, dada la competitividad extrema de los cinco en liza. En ese supuesto, se produciría, por primera vez desde 1940, una convención gestionada (“brokered convention”) en la que el candidato emergería de una negociación entre los diferentes intereses ideológicos y estatales, más que como resultado de una aritmética electoral que habría dejado la nominación sin decidir.

Los electores americanos están a tres semanas del comienzo del ciclo electoral que terminará con un nuevo inquilino en la Casa Blanca el 20 de enero de 2009. Las votaciones comienzan el 3 de enero en el estado de Iowa y concluyen el 4 de noviembre con la elección de Presidente. El Partido Republicano y el Partido Demócrata habrán nominado, entre tanto, sus respectivos candidatos por el sistema llamado de primarias. Un miembro de uno u otro partido ha sido elegido Presidente desde que Zachary Taylor, miembro del extinto Partido Whig, lo fuera en 1848.

Hasta el primer cuarto del siglo XX, las Convenciones de los dos grandes partidos elegían a los candidatos a Presidente y Vicepresidente. Los aparatos de los partidos y los intereses territoriales de unos y otros no tenían otra ocasión mejor que la Convención de nominación para mantener el grado exhaustivo de consultas y análisis que hoy, con la celeridad de las comunicaciones y la exposición pública de los candidatos, se produce infinitas veces a diario. Es en esa época cuando la elección popular de los candidatos entre republicanos y demócratas se hace material y electoralmente posible.

Para poder participar en una elección, del ámbito que sea, en EE UU un ciudadano americano tiene que estar registrado como votante en su lugar de residencia. En el momento del registro, debe además expresar si se registra como republicano, demócrata o independiente. La inscripción en un concepto o en otro está precisamente vinculada al sistema de primarias. En la mayoría de los casos, aunque con bastantes excepciones, como se verá, sólo los registrados como republicanos pueden votar en las primarias de este partido y sólo los demócratas pueden hacerlo en las primarias demócratas.

Tradicionalmente, los caucus del estado de Iowa son la primera etapa para los candidatos de ambos partidos. También será el caso este año. Los caucus son una subespecie de las primarias. En ellos, los electores se reúnen en cada localidad del estado y debaten durante horas sobre las posiciones de los candidatos antes de efectuar su voto al final del día. Estos votantes están, en consecuencia, más interesados en la política que el votante medio, suelen tener un perfil ideológico más partidista y, por ende, pueden, y con frecuencia lo hacen, dar un revolcón a cualquier candidato que se presente con la vitola de líder a escala nacional. De hecho, la intención actual de voto en Iowa tiene un índice de dispersión estadística muy elevado con respecto a la intención de voto general. La Senadora Clinton, que ha encabezado los sondeos de voto con un margen amplio hasta ahora, va por detrás en Iowa y bien pudiera quedar tercera con un menoscabo tal vez irreparable de su candidatura. El exAlcalde Giuliani, también en cabeza nacionalmente durante muchos meses, apenas aparece en el radar de los electores de Iowa (o de New Hampshire, Michigan y Carolina del Sur).

Las primarias continúan en New Hampshire el 8 de enero. Así como en Iowa gustan los candidatos más identificados con las bases del partido – o con determinada configuración de las mismas, según el estado -, en New Hampshire tienen éxito los que presentan un perfil relativamente rebelde frente a sus partidos. Una buena razón para ello es que los independientes – y en New Hampshire hay un 44% de ellos - pueden votar en las primarias de uno u otro partido (aunque no en ambas).

Después de New Hampshire, y en rápida sucesión, Michigan, Carolina del Sur y Florida – donde sólo votan los registrados por uno u otro partido – preparan el terreno al “súper-martes”, el 5 de febrero, en el que nada menos que los electores de 20 estados (entre ellos Nueva York, California, Illinois, Nueva Jersey y Texas) deciden a qué candidatos otorgan sus votos. Este año, Clinton o el Senador Obama habrán, probablemente, desarrollado para entonces una inercia ganadora que hará que el 4 de febrero uno de los dos se despierte con la condición de nominado de hecho. Entre los republicanos, en cambio, el único que verosímilmente podría hacerlo tan pronto es el ex Gobernador de Massachussets Mitt Romney, si triunfara su estrategia, cada vez más improbable por la emergencia del ex Gobernador Huckabee, de ganar en los primeros estados. Ahora mismo, tanto él, como Giuliani, el ex Senador Thompson, el Senador McCain y el propio Huckabee tienen posibilidades verosímiles.

Como en la elección presidencial, las primarias de cada estado otorgan delegados a los candidatos. Estos delegados son los que eligen al nominado por cada partido y no los votantes directamente. La mayor parte de las primarias de los demócratas resultan en la elección de delegados, que se asignan de forma proporcional a los candidatos que obtienen más de un 10% en el estado de que se trate. Unos dos tercios de los delegados a la Convención nacional son elegidos en las primarias. El resto son “súper-delegados” que representan a cuadros del partido y que, prima facie, no están comprometidos con ningún candidato. Entre los republicanos, las primarias suelen otorgar todos los delegados de un estado al vencedor. Por otra parte, la proporción de súper-delegados en la Convención republicana es algo menor que entre los demócratas (en torno al 15%).

Hace muchos años que las convenciones de los dos grandes partidos no hacen otra cosa sino refrendar la nominación de un candidato. Sin embargo, no es imposible que, en una elección con dos candidatos con un número similar de delegados (como algunos aventuran en el campo republicano este año), los súper-delegados puedan inclinar la nominación de un lado u otro en la propia Convención. De hecho, existe la posibilidad de que ninguno de los candidatos republicanos llegue a la Convención de nominación con una mayoría de delegados, dada la competitividad extrema de los cinco en liza. En ese supuesto, se produciría, por primera vez desde la nominación de Wendell Wilkie como candidato republicano en 1940, una convención gestionada (“brokered convention”) en la que el candidato emergería de una negociación entre los diferentes intereses ideológicos y estatales, más que como resultado de una aritmética electoral que habría dejado la nominación sin decidir.

Por Alvaro Martín

http://www.diariodeamerica.com/front_nota_detalle.php?id_noticia=2937

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