lunes, 21 de enero de 2008

Chávez: de petro-estadista a narco-forajido


Durante los últimos diez años la Venezuela de Hugo Chávez ha pasado a ser un Estado Forajido, en adición a su condición de Petroestado. Ha involucionado de Noruega a Noriega.Ya la sola calificación de Petroestado era peligrosa, aquel estado que depende exclusivamente del ingreso petrolero. Es un dinero fácil, ya que los ingresos del país son obtenidos esencialmente por una industria que emplea poca gente, sin que el grueso de la población tenga que trabajar.

Si esta particularidad no es inteligentemente manejada produce distorsiones sociales, políticas y morales que arruinan al país. Desde la primera presidencia de Carlos Andrés Pérez Venezuela adquirió plenas características de petroestado. La locura colectiva producida por el aumento de los precios del petróleo en la década de 1970 condujo a la quiebra del país. La democracia venezolana cayó en una espiral de ineficiencia y corrupción que llevó, 25 años después, a la victoria electoral de Hugo Chávez. Esta victoria ocurrió porque la mayoría pensó que cualquier cambio sería para mejorar.

Pronto aprendimos que no todo cambio es para mejorar. Bajo Chávez se han conjugado los peores ingredientes que hubiésemos podido imaginar: una gran bonanza petrolera, aún mayor de la que llevó a Carlos Andrés Pérez a la locura de la Gran Venezuela ; una gran mediocridad en el equipo de gobierno, en base a la cuál pasamos, sin anestesia, de Gonzalo Barrios y Luis Beltrán Prieto a Nicolás Maduro y Pedro Carreño; una filosofía política según la cuál Bolívar fue un mulato populista y las FARC constituyen un grupo político civilizado y una filosofía social que hace de la limosna la única estrategia posible para combatir la pobreza.

El petroestado así concebido nos ha conducido a la perpetuación de la pobreza, de las desigualdades y a algo peor: al odio de clases y racial, sembrado por Hugo Chávez, a quien posiblemente, en alguna noche de fiestas en una rica mansión caraqueña, el recordado Moncho Brujo le prohibió la entrada. Esta combinación de infortunios nos ha llevado a lo que tenemos hoy: un país miserable, con hambre, lleno de malandros que están masacrando la flor y nata de nuestra clase media y manejado por una pandilla de fascinerosos cuyo lenguaje y código ético tienen su fuente de inspiración en los piqueteros Argentinos o en los productores de La Hojilla.

Este cuadro dantesco ha llevado al petroestado venezolano al umbral de la quiebra y ha obligado a Hugo Chávez a descender un peldaño más en la escalera moral para tratar de convertir a Venezuela en un estado forajido, en necesidad de aliarse con las FARC para compartir el únicootro negocio que produce tanto dinero como el petróleo y, además, se basa en un recurso renovable: la cocaína. El ingreso petrolero ha sido insuficiente para que Hugo Chávez mantenga la exportación de lo que él llama su revolución. Los seiscientos mil millones de dólares que han entrado a Venezuela en los últimos nueve años se han evaporado en dádivas, sobornos, corrupción desenfrenada, maletines argentinos, ecuatorianos, nicaraguenses y bolivianos, aviones y yates; modelos, intelectuales y artistas de cine en alquiler, guardaespaldas cubanos y en la compra de presidentes corruptos, desde la Argentina hasta Bielorrusia.

Chávez es ahora un aliado de Marulanda y lo espera la justicia internacional. Eventualmente compartirá con el Chacal y Manuél Noriega sueños frustrados de poder. Y todo, posiblemente, porque una noche caraqueña cualquiera, un portero cumplió con su deber y le prohibió la entrada a la fiesta de ricos donde no estaba invitado.

Gustavo Coronel

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