La droga producida en la zona de influencia de las FARC sale a Europa vía Venezuela y el gobierno de este país entrega armas al grupo terrorista.
Marx y Engels escribieron en el Manifiesto Comunista de 1848 que “todo el programa se puede resumir en esto: la abolición de la propiedad”. En esto se está precisamente en Venezuela.
Después de la absurda teatralización de un tema tan espantoso como es el secuestro de personas, realizado sistemáticamente por las FARC en territorio colombiano, uno se pregunta cómo es posible que un gobernante como el venezolano pueda hacer alarde de liberaciones cuando, simultáneamente, canta loas al régimen tiránico de Cuba cuyo gobierno a contribuido en todo momento a organizar guerrillas terroristas en diferentes partes del mundo. No sólo eso, sino que el coronel bolivariano concuerda con los sistemas colectivistas-totalitarios patrocinados por las bandas terroristas de marras.
No es posible admitir payasadas en asuntos graves donde le va la vida a la gente pacífica y honrada. Toda persona de bien debe celebrar el fin de cautiverios inauditos pero no puede tomarse seriamente un hipócrita y paranoico doble discurso rayano en el escupitajo a la inteligencia.
Ahora se aclara la situación con las declaraciones formuladas por el mandamás del Orinoco, nada menos que en la Asamblea Legislativa a raíz de su informe del año que acaba de finalizar. En esa ocasión manifestó que deben borrarse a las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) y el Ejército de Liberación Nacional (ELN) como guerrilleros terroristas ya que eso constituiría un invento grotesco de Estados Unidos.
Textualmente sentenció que “no son ningún grupo terrorista, son verdaderos ejércitos que ocupan espacio en Colombia, hay que darles reconocimiento, son fuerzas insurgentes que tienen un proyecto político, un proyecto bolivariano que aquí es respetado” a lo que naturalmente le replicó el Ministro del Interior colombiano al afirmar que la calificación de terrorista no es caprichosa sino que deriva de los actos terroristas de las mencionadas bandas criminales. Lamentablemente hay otros gobierno cómplices del terrorismo que apoyan directa o indirectamente al estridente patrocinador del inaudito y reiterativo socialismo rebautizado como “del siglo XXI”.
La droga producida en la zona de influencia de las FARC sale a Europa vía Venezuela y el Gobierno de este país entrega armas al grupo terrorista. El coordinador venezolano del operativo para liberar a dos de las rehenes, Ramón Rodríguez Charín, les ha dicho públicamente a las FARC: “mantengan el espíritu... cuenten con nosotros”, al tiempo que Chávez insiste en que las relaciones diplomáticas con Colombia solo se regularizarán si abandonan la tipificación de terrorista para catalogar al mencionado grupo.
Tras todos estos episodios está presente la macabra idea de imponer las asfixiantes mortajas para beneficio de una casta de sicarios que pretenden manejar a sus congéneres como despreciables esperpentos y resacas destinadas al subsuelo mas horripilante y degradante que pueda concebir la imaginación. Éste es el “proyecto político” del terrorismo. El respeto recíproco tan caro a la sociedad abierta es completamente desconocido por esta lacras subhumanas que se regodean con el padecimiento ajeno.
El eje central de una sociedad de hombres libres es la tríada reconocida desde tiempo inmemorial: el derecho a la vida, a la propiedad y a la libertad. La propiedad privada entrelaza los otros dos derechos ya que no hay vida si no hay la posibilidad de sustentarla ni hay libertad si no resulta posible usar y disponer de lo propio (ni justicia, ya que según la célebre definición de Ulpiano consiste en “dar a cada uno lo suyo”). Es por esto que Marx y Engels en el Manifiesto Comunista de 1848 escribieron que “todo el programa se puede resumir en esto: la abolición de la propiedad”. En esto se está precisamente en Venezuela. Tenemos que ejercitarnos en el espíritu independiente y no adoptar el triste rol de simple eco que demandan los Hugo Chávez del momento, porque como ha dicho Viktor Frankl “el fanático no posee opinión: es la opinión la que lo posee a él”.
Por Alberto Benegas Lynch (h)http://www.diariodeamerica.com/front_nota_detalle.php?id_noticia=3120
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