sábado, 29 de noviembre de 2008
La incipiente crisis indopaquistaní
Sesenta horas de caos y doscientos muertos a causa de terroristas musulmanes en Bombay
Los atentados de Bombay no son unos atentados cualquiera. Pueden tener, y seguramente tendrán, graves repercusiones para la estabilidad de la zona. Si como es de temer se trata de militantes islamistas, es más que probable que el Gobierno indio culpe a la vecina Pakistán de estar detrás de ellos o, en la mejor de las opciones, de ser incapaz de controlar a los yihadistas en su suelo. La crisis puede escalar.
El atentado terrorista recuerda al asalto islamista del parlamento de Bombay en 2002, cuando, de no ser por la intervención directa y firme de los Estados Unidos de George W. Bush, ambos países avanzaban con resolución a un enfrentamiento armado, sólo que ya entonces como potencias nucleares.
Le va a resultar muy difícil al gobierno indio no culpar a Pakistán otra vez. De no hacerlo se estaría echando el fallo de su seguridad a sus espaldas. Con la retórica nacionalista imperante, señalar a Karachi es lo natural. El factor de complicación hoy es que Norteamérica está ensimismada con la transición de Bush a Obama y su credibilidad y autoridad para ejercer de árbitro y elemento de moderación es ahora mismo escasa.
En Pakistán, a su vez, el nuevo Gobierno es frágil; sus instituciones siguen trufadas de islamistas radicales y el control sobre grandes áreas de su suelo es nulo. Que la crisis sirva para apuntalar a Yusef Raza Gilani, su primer ministro, o a Asis Alí Zardari, su presidente, es una cuestión abierta que sólo se resolverá con la habilidad de su gestión. Pero los dos pueden estar tentados de escalar su retórica contra la India buscando motivar un apoyo nacionalista popular a sus personas.
Lo importante del ataque terrorista no se ha quedado por tanto en la excelente ejecución del mismo, lo que pondría de relieve su alto grado de preparación, sino que está por venir: Serán sus implicaciones para las relaciones entre la India y Pakistán y, por ende, para la estabilidad del resto del mundo, lo estratégicamente relevante.
Por Rafael Bardají
Diario de América
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