Aestas alturas, el senador Barack Obama le ha metido un susto a algunos partidarios liberales al apoyar una versión limitada del derecho a tener armas y votar para dar inmunidad jurídica a las compañías de telecomunicaciones que ayudaron a la administración del presidente George W. Bush a espiar ciudadanos estadounidenses.
Es frecuente que los candidatos presidenciales exuden un tufo centrista cuando llegan a la campaña general. Sin embargo, Obama, relativamente nuevo en el escenario nacional, usó la convención del Partido Demócrata para venderse ante el electorado en sus propios términos, y estas acciones han resaltado un sentido de dificultad ideológica.
Gran parte de la política de Obama, su oposición a la guerra y su apoyo al incremento de impuestos a los acaudalados, así como su apoyo al aborto y los derechos laborales, caen perfectamente en la corriente institucional liberal del Partido Demócrata. Pero son dignas de atención sus desviaciones ideológicas.
Apoya la pena de muerte para algunos delitos que no impliquen homicidios, como la violación infantil, y está a favor de dar dinero federal a grupos religiosos para que brinden servicios sociales.
En relaciones exteriores, es un admirador declarado de la política exterior del ex presidente George H. Bush, con frecuencia identificado con el así denominado punto de vista ''realista'' de que Estados Unidos debería actuar principalmente por su propio interés estratégico.
Obama es un hombre intelectualmente curioso que, si algo significa esto, es ser pragmático en la aplicación de la filosofía a la política y temperamentalmente inclinado hacia ninguna vertiente de pensamiento. En sus libros, existe tensión en las oraciones con puntos de vista contradictorios; y un crítico literario observó ''los contrapesos internos'' en su estilo de escribir.
Sin embargo, eso plantea una pregunta fundamental para sus admiradores y críticos. ¿Es la suya una filosofía coherente que toma prestado pragmáticamente del centro aun cuando está enraizada en la izquierda? ¿O da pasos resbaladizos convenientes que le permiten ser atractivo para el centro sin alejar a su base liberal?
Es un acto de malabarismo no desconocido para los demócratas, que posiblemente se haya agotado en la convención de manera silenciosa. El aborto es un detonante ya que los activistas liberales del partido se han deshecho del lenguaje empleado por mucho tiempo en cuanto a que el aborto debería ser ''seguro, legal y excepcional'' en favor del derecho de una mujer a ''un aborto seguro y legal'', un cambio sutil hacia la izquierda.
No obstante, Obama invitó al senador Bob Casey de Pennsylvania, opositor al derecho al aborto a pronunciar un discurso en la convención. Al padre de Casey, entonces gobernador del mismo estado, no se le dejó hablar en la Convención de enero de 1992, debido a sus puntos de vista contra el aborto.
Obama, que declinó la solicitud de entrevista para este artículo, parece más interesado respecto a cómo adquirir poder para empujar los cambios que en adherirse a una ideología. Las causas perdidas tienen poco encanto.
En cuanto a la economía, apoya un liberalismo redistributivo, pero es escéptico en cuanto a demasiada intromisión gubernamental. Sus asesores más influyentes son egresados de la Universidad de Chicago, un bastión del libre mercado y un lugar donde impartió cátedra en su escuela de Derecho durante muchos años.
En relaciones internacionales, Obama se define en oposición a la guerra en Irak y enfatiza las amenazas ''transnacionales'', desde el calentamiento global hasta enfermedades y terrorismo. Sin embargo, no es ningún pacifista, en su discurso del 2002 para oponerse a la invasión de Irak, acentuó que sólo estaba contra una ``guerra tonta''.
Obama incrementaría el gasto militar y no ha descartado la acción militar contra Irán.
La perspectiva moral y política de Obama es tan sutil o lo suficientemente ambigua (usted escoja), que en ocasiones los asesores liberales y centristas se sienten excluidos. Esto no es inusual. Los presidentes con frecuencia siguen direcciones inesperadas, y la ideología se puede convertir en un lastre no deseado.
Sin embargo, el pragmatismo en un año electoral también puede cubrir la ideología gobernante. Obama sería el primer presidente elegido cuya perspectiva mundial se conformara en un período posterior a la Guerra Fría y a la Gran Sociedad. Le gusta recordarle a la gente que apenas tenía 9 años cuando se alzó la Cortina de Hierro en la década de 1960; su sugerencia es que no se siente cautivo de viejas guerras culturales.
Cuando se le preguntó sobre los escritores que han influido en él, escogió a John Steinbeck, William Shakespeare, Alexander Solzhenitsin, Primo Levi, Graham Greene, Toni Morrison y Doris Lessing, un conjunto moralmente serio que se propaga en muchas direcciones ideológicas.
También se inspira en el teólogo Reinhold Niebuhr, quien acuñó el concepto de la ''guerra justa'' y argumentó en favor de la moralidad, bajo ciertas circunstancias, del armamento nuclear.
''Obama lleva en su ADN intelectual muchas de las tensiones entre la izquierda y el centro en la cultura política estadounidense'', nota Peter Dreier, catedrático de Política del Colegio Occidental. ``No estuvo involucrado en las luchas de los años 60, y eso hace que sea más difícil de definir''.
Algunos críticos expresan escepticismo. Ven un tipo ambicioso que aún no se define intencionalmente.
''Su filosofía es la ambición'', dijo Fred Siegel, un historiador de The Cooper Union, en Nueva York. ``Veo que tiene retórica más que filosofía''.
Senador, ¿cuál es su opinión en cuanto a la decisión de la Corte Suprema de prohibir la ejecución de violadores de niños? La pregunta fue estándar para un político que ha cuestionado la equidad de la pena de muerte.
Sin embargo, la respuesta de Obama puso a los reporteros a teclear furiosamente.
''He dicho muchas veces que creo que la pena de muerte debería aplicarse en circunstancias muy específicas en los delitos más atroces'', dijo. ``Creo que la violación de un pequeño, de seis u ocho años, es un delito abyecto''.
La veta comunitaria en el pensamiento de Obama sorprende con frecuencia a los partidarios liberales. Planteado en términos generales, el comunitarismo sostiene que los derechos individuales deben circunscribirse a los comunitarios, con todas las obligaciones entre generaciones, religiosas y patriotas que implica. Un cambio drástico debe enfocarse lentamente; cuando el gobierno hace cumplir las responsabilidades individuales, surge una crisis moral.
Los comunitaristas también sostienen que el gobierno y las corporaciones están vinculados por las obligaciones hacia los ciudadanos, como un ambiente limpio, la educación y la atención de la salud.
Obama estuvo expuesto a esas ideas cuando trabajaba como un organizador comunitario en Chicago. Saul Alinsky, el organizador que inspiró al grupo donde trabajaba Obama, argumentó en favor de trabajar con los bastiones culturales como las iglesias y las sinagogas, de hablar con gente de la clase trabajadora en sus propios términos.
La cultura más que el gobierno, dice, promueve el éxito individual y la cohesión social, y los tribunales federales deberían andarse con cuidado.
''Desde luego que es de centro izquierda, pero tiene un mensaje social bastante conservador'', dijo Theda Sckopol, catedrático de Gobierno de la Universidad de Harvard.
Este impulso permea su visión de la religión. Una corriente profunda en el liberalismo estadounidense sostiene que la Iglesia y el Estado son reinos separados.
Obama no nada en este río.
El daría contratos federales a grupos cuya base es la fe para combatir la pobreza. (A diferencia de Bush, les pondría el requisito de contratar no creyentes en estos programas.)
''Si quitamos todo contenido religioso al lenguaje'', dijo Obama en 1996, ``perdemos las imágenes y la terminología por medio de las cuales millones de estadounidenses entienden tanto su moralidad personal como la justicia social''.
Criado en una familia laica, posteriormente abrazó el cristianismo. Hoy, una jerga moral está en su lenguaje; hace poco en Missouri, dijo que Darfur le recuerda ``qué tan pecaminosos podemos ser''.
Alan Wolfe, un catedrático del Colegio de Boston, dijo que nadie debería confundir a Obama con un liberal rabioso.
''Durante las primarias'', dijo, ``solía decirles a las personas que Obama, y no Hillary, era el verdadero Clinton''.
En cuanto a las relaciones internacionales, Obama casa el idealismo sobre los derechos humanos con un realismo insistente. No trataría de sacar a Rusia del Grupo de los Ocho países industrializados, como sugiere el senador John McCain.
''No podemos redefinir a Rusia como el mal; eso no beneficia a nuestros intereses ni va a funcionar'', dijo Susan E. Rice, principal asesora en política exterior, antes de la incursión militar de Rusia en Georgia.
``Diré esto: lo que vimos desde Europa hasta el Medio Oriente fue un hambre enorme por el liderazgo
estadounidense'', indicó Obama ante una multitud en Virginia.
Algunos especialistas en política exterior estadounidense no están convencidos de que esto suene tan transformador. Obama vota constantemente por un incremento en el gasto militar.
''Está convencido de los preceptos del Excepcionalismo Estadounidense, que retrata al siglo XX como la historia del liderazgo visionario de Estados Unidos'', dijo Andrew Bacevich, catedrático de la Universidad de Boston. ``Lo que me impresiona es lo completamente tradicional que es''.
El Nuevo Herald
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