lunes, 13 de julio de 2009

El Neorealismo de Oscar Arias


El apego irrestricto a los reales



OA cierra sus profundas reflexiones morales considerando que con una chequera de 350 millones US$ diarios se puede hacer mucho y Chávez “lo está haciendo”.


Oscar Arias entró en el perímetro visual de los venezolanos en el 2007, porque tuvo la osadía de identificar a un personaje de estas tierras como “un dictador”; a lo que siguió la cólera del susodicho, quien encontró una empresa procesadora de aluminio en alguna apartada comarca costarricense y amenazó con mudarla de país, como represalia por aquella humilde observación.

Probablemente a la mayoría de los venezolanos ni nos sugeriría algo el nombre ALUNASA, ni siquiera al mismo Arias, como se sabe, tan ocupado en asuntos trascendentes de la Humanidad; pero ocurre que era vital para los habitantes de aquella zona que cuentan con esa empresa como única fuente de sustento.

Así que los trabajadores se movieron rápido, rogaron que se reconsiderara la medida, pidieron perdón de manera que el mandamás la dejara dónde estaba; pero eso sí, mientras tanto OA ya había inclinado la cabeza, considerando esta decisión como “muy sabia”, de manera que en un tiempo record el personaje pasó de dictador a la condición de Sabio Salomón.

En descargo de OA se diría que no podía prever una reacción tan incivilizada por un comentario tan palmario; como que tampoco a nadie se le podía ocurrir que pudieran tomarse decisiones que implican altos costos económicos sin algún tipo de estudio previo o sin cierta racionalidad, digamos, empresarial; pero es que no conocía al personaje, lo que hace explicable su craso error.

Pero lo que sí es imperdonable es que de allí en adelante se haya convertido en una especie de corifeo del llamado dictador, proclamando, donde ni siquiera le han preguntado, que su ayuda a Latinoamérica supera 4 o 5 veces la de EEUU, que su generosidad, solidaridad y desprendimiento no tienen precedentes.

Por supuesto que no se le escapa que todo ese altruismo se financia con dineros públicos de Venezuela, es decir, con bienes ajenos; lo que no sólo le resta moralidad sino que lo acerca peligrosamente al delito, a la corrupción, a la falta de control y transparencia administrativa; pero allí tiene OA la respuesta oportuna.

De cómo se administra el dinero de Venezuela es problema de las venezolanos, si el señor es un manirroto, eso no es culpa de los gobiernos que se aprovechan de su prodigalidad, que sólo deben preocuparse del beneficio de sus respectivos pueblos, entre los cuales tiene un legítimo puesto el de Costa Rica.

Así que el señor OA, premio Nobel, aplica para ingresar a PETROCARIBE, imagínense: petróleo a crédito, con 25 años para pagar, a un simbólico 1% de interés, sin garantía y con 3 años de gracia, ¡mayor generosidad!

OA cierra sus profundas reflexiones morales considerando que con una chequera de 350 millones US$ diarios se puede hacer mucho y Chávez “lo está haciendo”.

Con lo cual, por decir lo más benigno, el señor OA, premio Nobel, no podría ser juez en un juicio de interdicción, porque, según él, el prodigo no requiere control judicial, como tampoco quienes se aprovechan de él la más mínima sanción moral; el problema es sólo de los dolientes, que son los que se verán arruinados.

ISRAEL. Pero es que en los primeros 100 días de su gobierno ya OA había dado señales de su nueva doctrina, a la que todavía no le había dado nombre, pero que ya perfilaba cuáles serían sus principios. Entonces decidió mudar la embajada de Costa Rica en Israel desde Jerusalén, capital única, eterna e indivisible, a Tel Aviv, la que fuera primera capital administrativa en tiempos de la fundación del Estado.

La explicación es que quería mejorar las relaciones con los países árabes, ricos en petrodólares y siendo que el Islam representa a un quinto de la población del mundo, era cuestión de adaptarse a “las realidades” actuales.

Cierto que no era necesario agregar que trataba de reparar “un error histórico”, ni de ponerse a tono con las resoluciones de la ONU que otorgaba a Jerusalén un status internacional. Primero, porque son falsedades. A lo sumo el sector antiguo de Jerusalén sería patrimonio de la humanidad, pero no el sector moderno, que es donde estaba la embajada; segundo, porque es el Estado territorial quien define cuál es su capital y no los Estados representados. Esta situación anómala que sufre Israel, única en el mundo, sí es no sólo “un error histórico”, sino incluso una aberración jurídica internacional.

Pero también está el tema del inefable sentido de la oportunidad que tiene OA para tomar sus más controvertidas decisiones. Aquella, tomada precisamente en el momento en que se alcanzaba una tregua en la segunda guerra del Líbano, por lo que el grupo terrorista Hezbolá la esgrimió como una vindicación propia.

Apenas el año pasado, en medio de la confrontación armada en Gaza, OA decidió establecer relaciones diplomáticas plenas con la Autoridad Nacional Palestina y abrirles una embajada, como si se tratara de un Estado ya constituido. Este es sólo el último paso de su programa de restablecimiento de relaciones diplomáticas con una larga lista de estados árabes “moderados”, por lo que parece que, a su juicio, la ANP es un caso ejemplar de “moderación”.

TAIWÁN. Pero el caso más escandaloso y al que debe su nombre la doctrina Arias es el affaire Chino. Ocurre que contra la tradicional posición de Costa Rica, en el 2007, OA decidió establecer relaciones con China Comunista que exige, como requisito a quien quiera comerciar con ella, romper relaciones con Taiwán.

El caso no hubiera pasado de una “decisión soberana” como las anteriores, sino fuera porque una investigación periodística que tuvo sus ribetes judiciales, puso de relieve que OA había estado negociando ese reconocimiento con los chinos a espaldas de todos los costarricenses, en el mayor secreto.

El punto es que los negociadores chino comunistas pusieron sobre la mesa una bolsa de 430 millones de US$, mientras que Taiwán, según el decir de OA, premio Nobel, “no ofreció suficiente dinero”.

Este proceder fue denunciado por la vicepresidente de Taiwán, la honorable señora Lu, como un proceder “indigno”, no digamos de un premio Nobel, o de alguien que dicta cátedras de comportamiento moral por todo el mundo, sino ya de una persona medianamente decente.

Sin embargo, OA sostiene que no ha hecho “nada malo” y que esto no se hubiera sabido de no ser por los servicios secretos taiwaneses, que lo filtraron a la prensa, de lo contrario, hubiera pasado como en la conexión árabe, que no fue detectada ni siquiera por el Mossad y de la que no se conoce el monto de la bolsa.

Lo que comienza a mostrar trazos de comedia es cuando OA declara que no sabía que Taiwán financiara varios programas de ayuda a sectores pobres de su país, diciendo que se enteró por la prensa, cuando se suspendieron los giros. Ya resulta cómico que su ministro de vivienda, de apellido Zumbado, tuviera que renunciar al cargo para ser investigado al revelarse que una donación de 1,5 millones de US$ nunca llegó a las comunidades supuestamente beneficiadas, sino que se perdió en los vericuetos de su ministerio.

Interrogado por la BBC de Londres sobre el affaire chino, no se le ocurrió mejor cosa que argumentar que reconocer a China Comunista, el país más poblado del mundo y la segunda potencia económica mundial era un acto de “simple realismo”, con lo que OA ya nos puso en la pista de su doctrina: la neorealpolitik.

CUBA. Last but not least, OA decidió dar por terminada una larguísima diatriba en contra del régimen de los hermanos Castro, al que calificaba sin ambages como “una dictadura”, la más larga, pero seguramente también la más abyecta y cruel que jamás haya existido en Latinoamérica, para establecer relaciones diplomáticas con ella, siempre para ponerse a tono con “las nuevas realidades”.

Pero como siempre y en todos los otros casos, va más allá de lo que se espera. El sentido de la oportunidad: escogió para dar su giro copernicano el 6º aniversario de la Primavera Negra de marzo de 2003, en que 75 disidentes fueron detenidos, sometidos a juicios sumarísimos y condenados a penas infamantes, siendo inocentes, por supuesto, de todo cargo criminal.

Incluso su partido impidió que un grupo de exiliados cubanos que tenían un permiso previo hiciera uso de las instalaciones del Congreso para realizar un foro, de manera que tuvieron que realizar el acto en una capillita.

Después de haber sido calificado de servil papagayo, payaso oportunista, vulgar mercenario, por los voceros de la tiranía castrista, ahora engola la voz, con toda su autoridad moral (si es que le queda alguna), para abogar por el cese incondicional del “bloqueo”; denuncia a los EEUU por las violaciones flagrantes a los derechos humanos perpetrados en la cárcel de Guantánamo y, no faltaba más, les exige que devuelvan esa base naval a Cuba, es decir, a la familia Castro.

Ya resulta inútil preguntarse por la suerte de la solicitud de la señora Blanca González, madre del periodista Normando Hernández, carcomido por la tuberculosis en una cárcel castrista, para que OA sirva de mediador ante la tiranía cubana: está demasiado ocupado “mediando” en la crisis de Honduras.

ORO BLACO. En este punto resulta casi redundante recordar las denuncias del lugarteniente del dictador panameño Manuel Antonio Noriega, de que éste financió la campaña presidencial de OA, porque él mismo lo ha admitido, haciendo la salvedad de que se trataban de donaciones del partido a partido, del PRD de Noriega al MLN de Arias y que, por supuesto, “no ve nada malo en ello”.

También sería superfluo repetir que en cada investigación que se hace en Costa Rica sobre donaciones irregulares, aparece en primer plano la Fundación Arias para la Paz como principal receptora de fondos.

Mil veces inútil recordar que un mismísimo Secretario General de la OEA, Rafael Calderón, costarricense, socio de OA, se vio obligado a renunciar a ese cargo bajo acusaciones de corrupción y blanqueo de dinero, por las que fue a dar a la cárcel. ¿Puede decirse algo más de OA?

Que es un premio Nobel de la Paz, dignidad que comparte con Yasser Arafat y Rigoberta Manchú; como también premio Nobel es Gabriel García Márquez, el más conspicuo agente de la dictadura cubana, correveidile de Fidel Castro; José Saramago, Adolfo Pérez Esquivel, sobresalientes comunistas todos, por lo que es lícito sospechar que es una política del partido social demócrata sueco, desde la época de Olof Palme, gestionarle premios Nobel a quien les interese darle tribuna internacional para la causa del socialismo mundial.

La realpolitik, que tiene sus antecedentes en Bismark, tuvo un relanzamiento en la época de la hegemonía socialdemócrata del también premio Nobel, Willy Brandt. Desde siempre se ha sabido que el realismo consiste en un apego estricto a los datos de la realidad.

El neorrealismo de Oscar Arias consiste en un apego irrestricto a los reales.


Por Luis Marín
Diario de América

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