lunes, 6 de abril de 2009

El Zulia no se rinde


La negativa de Manuel Rosales a entregarse no hace el retrato de sus condiciones personales ni las de su familia. Las razones que empujaron a Rosales a sustraerse de la justicia de la dictadura no tienen nada que ver con su arrojo físico, su gallardía o su compromiso con el país, que no están en duda. Rosales se ha puesto momentáneamente a salvo de la jauría porque es un líder opositor en un país donde la justicia es manejada a capricho por un mandón que hace unos meses se jactó, golpeándose el pecho con los puños y agitando la jungla, de que llevaría a su contendor a la cárcel. Manuel Rosales no está escondido porque la falte valentía sino porque a su rival le sobra cobardía.

El electorado de Manuel Rosales, los zulianos que lo han llevado sucesivamente a cargos de gobierno y los venezolanos demócratas no necesitamos adorar a Rosales como una deidad religiosa para ver en su persecución un abuso que nos indigna y que nos pone ante los ojos el fangal de atropello e ilegalidad hacia el que se ha deleznado nuestro país.

Los venezolanos que nos hemos resistido a dar meneaditas de cabeza y decir, con voz meliflua, que, bueno, que no hay nada que hacer, que ya Chávez se adueñó de todo y que lo mejor es hacerse lo menos visible a ver si así se salva alguien del tarrayazo… en fin, los venezolanos que no nos doblegamos, ante los infames zarpazos del golpista del 92 y el felón de todos los días en esta década siniestra, estamos gritando de ira ante lo que se le está haciendo a Rosales, lo que se le hizo el jueves al general Raúl Isaías, y lo que se nos hace a los venezolanos dignos al pretender que aceptemos esa aberración y que nos hagamos cómplices. No y mil veces no.

Si Rosales ha debido entregarse y convertirse en héroe o si ha hecho bien metiéndose bajo tierra, ése no es el punto. Ésa es su decisión y de su familia, y ellos sabrán lo que hacen. El punto es que Rosales y su familia (así como Baduel y su señora, apuntada en la cabeza por el arma de un funcionario de la justicia de la dictadura, en el momento de la detención de su esposo) son objeto de una implacable e injustificada cacería. Esa inmoralidad tiene curso delante de nuestros ojos, como si hubiéramos sido forzados a contemplar una violación sexual y, encima, se esperara que la aplaudiéramos. Esa vaina no.

Cualquiera que sea la decisión de Manuel Rosales y de su familia, frente a la ignominia que contra ellos ha emprendido la justicia de la dictadura, será de apoyo del país democrático. Nosotros no seremos cómplices de la planificada operación psicológica de quiebre de la sociedad venezolana, consciente de que éstas no son las acciones de un esbirro adulador, pusilánime, fracasado sin ningún talento, como Mario Isea, de abogaditos de cuarta, ni de los desesperados por el favor del jefe, a quienes hemos visto en estos días profiriendo calumnias. Todos ellos son peones activados por su amo, quien usa el pretexto de la corrupción, pese a ser el cabecilla del gobierno más corrupto de la historia de Venezuela.

El Zulia, bastión de democracia, no se rendirá. Hace falta más que un payaso fascista para intimidar al Zulia o desmoralizarlo en su determinación democrática. Estamos unidos en nuestro espíritu zulianista; galvanizados frente a la dictadura militar. No dejaremos de votar e incrementar el caudal de votos. No dejaremos de clavarle banderillas de derrota electoral al centralista, a quienes quieren reducir el orgullo de ser zulianos y de ser frente de venezolanidad en la frontera.

Manuel Rosales ha sido eficiente en los cargos en la escala regional que le ha tocado desempeñar, lo contrario, por cierto, que Chávez en el ámbito nacional. Rosales no ha pactado con la guerrilla ni con ningún otro grupo criminal extranjero; no ha desviado los recursos del Zulia a ningún cauce espurio, no se ha desentendido de sus deberes y ha demostrado una y otra vez su compromiso con el Zulia y con Venezuela.

El Zulia nunca se ha comido el cuento de la “revolución”. Y nunca lo hará, aunque conviertan nuestros pechos en un jardín de bayonetas. Podrán llenar de soldados nuestras calles, caminos y potreros; el poder central podrá envenenar el lago con la ponzoña de su afán de quebrar nuestro plante democrático. El Zulia no se rinde ni se rendirá, aún si tuviéramos que enmudecer por cien generaciones, las que tenemos y tendremos ocupando esa tierra bendita, que no se somete. El Zulia no. Nosotros no.


Milagros Socorro

Analítica.com

http://www.analitica.com/va/politica/opinion/7418729.asp

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