sábado, 4 de abril de 2009
Hugo Chávez respalda al genocida Al Bashir
En la Cumbre Árabe-Sudamericana terminaría prevaleciendo el apoyo árabe a Al Bashir y a su proponente, el líder bolivariano
El respaldo del presidente Chávez al genocida de Darfur es el resultado de una disparatada y personalísima política exterior que lo coloca en un serio predicamento. No se sabe si es que respalda a un país renegado y comprometido con el terrorismo o es que expresa a gritos sus propios temores.
Desde que el presidente Chávez decidió la alianza con el gobierno teocrático de Irán, controlado por la secta musulmana chiíta, no ha habido muchas coincidencias entre la revolución bolivariana y el mundo árabe. En la OPEP la voz de Venezuela ya no se oye ni se respeta porque siempre está a la saga de las solitarias posiciones de Irán.
Lo que el presidente Chávez ha dado en llamar “la alianza estratégica con Irán” ha sido tan costosa para los intereses de Venezuela y para la influencia personal internacional que tanto lo obsesiona, que es difícil encontrar otra política exterior que privilegie a un país tan distante y aislado internacionalmente.
El viaje a Qatar y la participación del presidente Chávez en el marco de la Cumbre de Países del Sur y de Países Árabes (ASPA) han probado de nuevo estos desaciertos. Esta cumbre fue precedida por la reunión anual de la Liga Árabe donde las diferencias con Irán, con el tema petrolero e incluso con la aproximación al Estado de Israel o a la Autoridad Palestina siempre han tenido lugar en la comunidad árabe.
No obstante, esta vez los árabes coincidieron en respaldar al presidente de Sudán, Omar Al Bashir, acusado de genocidio de 300.000 seres humanos entre otras atrocidades. Las razones de este apoyo no son ideológicas ni tienen que ver con la unidad árabe o con alianzas estratégicas. No, la unidad circunstancial que encontró el genocida de Darfur tiene que ver con el tradicional rechazo árabe a la predominante noción de que Occidente los presiona para obligarlos a aceptar sus valores. En esta posición también subyace el temor al “precedente” en algunos autócratas como Al-Saddad de Siria o Mubarak de Egipto.
La “unidad árabe”
Ante esta inusitada y atípica “unidad” árabe al presidente Chávez no se le ocurrió otra cosa que surfearla respaldando públicamente al genocida del Sudán bajo la presunción que en la Cumbre Árabe-Sudamericana terminaría prevaleciendo el apoyo árabe a Al Bashir y a su proponente, el líder bolivariano.
El resultado fue peor de lo esperado. La madame Kirchner, beneficiaria de las dádivas del presidente Chávez se retiró cuando intervino el asesino en serie. La presidenta Bachelet, que ya había excluido al revolucionario presidente Chávez, nada menos que de la VI cumbre de Países Progresistas que tuvo lugar en Santiago, recordó que ella había sido también prisionera de una dictadura y su padre asesinado. Víctimas ambos de la violación de derechos humanos.
Como corolario, los países suramericanos que han sido beneficiarios de la generosidad bolivariana, rechazaron que en la resolución conjunta se incluyera el respaldo al genocida Al Bashir. En una semana el presidente Chávez se vio marginado en América del Sur y en el Medio Oriente, recipientes de la más costosa política exterior jamás conocida en América Latina.
El genocidio “bueno”
El régimen de Al Bashir, no sólo se caracteriza por la brutal violación de los derechos humanos sino que también promueve el terrorismo internacional y ha sido protector del líder terrorista de Al Qaeda, Osama Bin Laden. Como represalia por la orden de arresto de la Corte Internacional Penal, Al Bashir expulsó a todas las agencias de ayuda humanitaria que bajo el paraguas de la ONU proporcionaban alivio a la hambruna de Darfur.
La solidaridad automática que protesta el líder bolivariano a los opositores en Venezuela contrasta con su facilidad para solidarizarse con un asesino responsable de la muerte de 300.000 de sus conciudadanos, violaciones y otras atrocidades. Asombrosamente, el mismo líder bolivariano que levantó su voz para condenar las incursiones de Israel en El Líbano y en Gaza o las de hace más de 500 años durante la Conquista española, no se conmueve con el genocidio en Darfur. Es como si, tal como ha hecho en Venezuela, dividiera el mundo entre seres humanos con derechos y otros que no alcanzan a tal categoría.
Para propios y extraños la posición árabe es discutible pero explicable, la más grave es la del presidente Chávez. Al final la opinión pública internacional no sabe si es que respalda a un país renegado y comprometido con el terrorismo o es que expresa a gritos sus propios temores.
En cualquiera de los dos casos la mejor política no era exhibirlas.
Por Orlando Ochoa Terán
Diario de América
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