El 'capitalismo creativo' es una fórmula que podría conciliar las dos grandes fuerzas de la naturaleza humana: el interés egoísta y el impulso de ayudar a otros.
Hace 30 años, 20 años, 10 años, mi mente estaba concentrada en cómo la magia del software podía cambiar el mundo. Vi que los avances tecnológicos podían resolver problemas clave. Y lo están haciendo para millones de personas. Pero los avances cambian vidas principalmente donde la gente puede comprarlos y hay demanda económica, y la demanda no es igual a la necesidad económica.
Hay millones de personas que necesitan los grandes inventos de la era del computador y tienen muchas otras necesidades básicas, pero no tienen la manera de expresar esas necesidades en formas que interesen al mercado y por esto estas quedan insatisfechas. Para tener la oportunidad de cambiar sus vidas hace falta otro nivel de innovación. No solo la tecnológica, sino la del sistema.
El mundo está mejorando bastante. En formas significativas y de largo alcance, es un mejor lugar para vivir. Consideremos el estatus de las mujeres y las minorías en casi todas las sociedades comparado con el pasado; el hecho de que la expectativa de vida casi se ha duplicado en los últimos cien años; la cantidad de gente que vota, expresa sus opiniones y disfruta de libertad económica, en comparación con cualquier tiempo pasado.
Soy un optimista, pero un optimista impaciente. El mundo está mejorando pero no a la velocidad suficiente ni para todos. Los grandes avances a menudo han agravado las desigualdades. Los que menos necesitan reciben las grandes mejoras y los más necesitados son los que menos las obtienen: en especial los mil millones que viven con menos de un dólar al día. No solo pierden los beneficios de la economía global sino que sufren los efectos negativos del crecimiento económico del cual están marginados. El cambio climático causará el mayor efecto a los que menos han hecho para generarlo.
¿Por qué ocurre esto? Los incentivos del mercado lo explican. En un sistema capitalista, a medida que aumenta la riqueza de la gente crece el incentivo financiero para atenderla. Cuando su riqueza disminuye, decrece ese incentivo hasta llegar a cero. Tenemos que hallar la manera de que los aspectos del capitalismo que sirven a los más ricos también sirvan a los más pobres. El genio del capitalismo está en su capacidad de hacer que el interés egoísta sirva al interés general. Este sistema, impulsado por el interés egoísta, es el motor de las innovaciones que han mejorado nuestras vidas. Pero para que estas beneficien a todos tenemos que refinar el sistema.
En la naturaleza humana hay dos grandes fuerzas: el interés egoísta y el impulso de ayudar a otros. El capitalismo canaliza el interés egoísta en una forma útil y sostenible, pero solo para los que pueden pagar. La ayuda filantrópica o de los gobiernos canaliza nuestro impulso de ayudar a otros. Si queremos una rápida mejora de los pobres necesitamos un sistema que aproveche a los inventores y a las empresas mucho mejor que hoy. Ese sistema tendría la doble misión de producir ganancias y mejorar las vidas de los que no se benefician de las fuerzas del mercado. Pero las ganancias no siempre son posibles cuando las empresas tratan de servir a los más pobres. Se requiere otro incentivo, que es el reconocimiento. Este eleva la reputación de las empresas, atrae a los clientes y, sobre todo, atrae buena gente a la organización.
El desafío es diseñar un sistema en el que los incentivos de mercado, incluyendo las ganancias y el reconocimiento, promuevan esos principios para hacer más por los pobres. Me gusta llamar esta idea 'capitalismo creativo': un enfoque en el que gobiernos, empresas y entidades sin ánimo de lucro trabajen juntos para ampliar el alcance de las fuerzas del mercado de modo que más gente gane, o gane reconocimiento, haciendo lo que se necesita para reducir las desigualdades.
Algunos pueden cuestionar esta clase de cambio social basado en el mercado diciendo que si combinamos el sentimiento con el interés egoísta no ampliaremos el alcance del mercado, sino lo reduciremos. Sin embargo, Adam Smith, padre del capitalismo que creía firmemente en el valor del interés egoísta para la sociedad, comenzó su libro con estas líneas: "Por más egoísta que pueda suponerse un hombre, evidentemente hay algunos principios en su naturaleza que lo interesan en las fortunas de otros y que le hacen necesaria la felicidad de ellos, aunque no derive nada de esto, excepto el placer de verla".
El capitalismo creativo se interesa en las fortunas de otros y lo ata al interés en nuestras propias fortunas de manera que avancen ambas. Esta combinación puede servir a una cantidad mucho mayor de gente que el solo interés o la compasión por separado.
Mis ideas sobre esto han sido influenciadas por distintas experiencias, incluyendo el trabajo de Microsoft para combatir la desigualdad. En los últimos 20 años, Microsoft ha utilizado la filantropía corporativa para llevar la tecnología a gente que no tenía acceso a ella. Hemos donado más de 3.000 millones de dólares en efectivo o en software para tratar de cerrar la brecha digital. Pero el mayor impacto no lo hemos producido por el software barato o gratis, sino por enseñar cómo usar la tecnología para solucionar problemas.
El capitalismo creativo une la experiencia empresarial con las necesidades del mundo en desarrollo para hallar mercados que no han sido estrenados. A veces las fuerzas del mercado no hacen impacto en países pobres, no por falta de demanda o de dinero, sino porque no gastamos suficiente tiempo en estudiar las necesidades de esos mercados.
Un ejemplo es el de la Organización Mundial de la Salud cuando trató de aumentar la vacunación contra la meningitis en África y no fue directamente al fabricante de la vacuna. Fue primero al África para ver cuánto podía pagar la gente. Encontró que las madres podrían comprar las vacunas para sus bebés a un precio inferior a 50 centavos de dólar por dosis. Entonces desafió a los laboratorios a lograr ese precio, y el Serum Institute de la India encontró la manera de fabricar la vacuna por 40 centavos.
Otro enfoque del capitalismo creativo incluye un papel directo de los gobiernos. Claro que los gobiernos ya hacen bastante para ayudar a los pobres. Pero lo mejor que pueden hacer es adoptar políticas que creen incentivos para las empresas que mejoren las vidas de los pobres. En Estados Unidos, por una ley que firmó hace poco el presidente Bush, una compañía farmacéutica que desarrolle un nuevo tratamiento para una enfermedad que afecte especialmente a los pobres puede obtener la revisión prioritaria de la Administración Federal de Drogas para otro producto que fabrique.
Una de las formas más originales del capitalismo creativo tiene que ver con alguien que conozco muy bien. Pocos años atrás, estaba yo sentado en un bar con Bono, aquí en Davos. Tarde en la noche, después de unos tragos, él estaba 'prendido', hablando de cómo podría obtener un porcentaje de cada compra de las empresas con mentalidad cívica para ayudar a cambiar el mundo. No cesaba de llamar gente, despertarla y pasarme al teléfono para mostrarme su interés. Ha tomado un tiempo poner a andar esto, pero Bono tenía razón. Si a la gente se le brinda la oportunidad de unirse a una causa que le interese en el momento de comprar un producto, lo hará. Así fue que nació la 'Campaña RED'. Ya hay productos RED de compañías como Gap, Motorola y Armani. Dell y Microsoft también se vincularon. En el último año y medio, RED ha generado 50 millones de dólares para el Fondo Global de Lucha contra el Sida, la Tuberculosis y la Malaria.
Cada día se entiende mejor en el mundo que si hay adecuados incentivos se podrá tener un plan sostenible para el cambio, porque las ganancias y el reconocimiento son recursos renovables. Klaus Schwab dirige una fundación que ayuda a los emprendedores sociales en todas partes, hombres y mujeres que convierten sus ideas para mejorar vidas en bienes o servicios fáciles de adquirir. El presidente Clinton demostró el papel excepcional que alguien sin ánimo de lucro puede cumplir para lograr acuerdos entre los productores ricos y los consumidores pobres del mundo. La revista Fast Company otorga premios por lo que llama capitalismo social.
Vivimos en una época fenomenal. Si dedicamos las primeras décadas del siglo XXI a buscar soluciones para atender las necesidades de los pobres en formas que generen ganancias y reconocimiento para las empresas, habremos encontrado una manera sostenible de reducir la pobreza en el mundo. La tarea es ilimitada. Nunca estará concluida. Pero un esfuerzo apasionado para responder a este desafío ayudará a cambiar el mundo. Me entusiasma ser parte de ese esfuerzo.
* Arquitecto jefe de Microsoft Corporation
* Versión del discurso pronunciado en el Foro Económico Mundial de Davos (Suiza), 2008. Véalo completo, en inglés, en http://www.microsoft.com/Presspass/exec/billg/speeches/2008/01-24WEFDavos.mspx
http://www.eltiempo.com/tiempoimpreso/edicionimpresa/opinion/2008-02-10/ARTICULO-WEB-NOTA_INTERIOR-3952844.html
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