“Solo a través de gobiernos que reestructuran sus instituciones con entusiasmo, ímpetu y dinamismo, que administran con transparencia, rapidez, eficacia y justicia, respetando tanto a los poderes establecidos como a sus gobernados, se llegarán a crear democracias prosperas y economías sólidas para beneficio de todos los ciudadanos, de Latinoamérica y del mundo entero”
El escenario económico internacional ha experimentado notables cambios en las últimas décadas, comenzando una transformación radical desde los inicios de la segunda mitad del siglo XX.
Dicho proceso, sustentado en la progresiva globalización de los factores políticos, culturales y, comerciales, ha dado lugar a una nueva visión de la economía mundial basada en la creciente interdependencia entre los Estados, teoría que constituye el núcleo central del pensamiento estratégico económico y la práctica mercantil que rige el sistema actual de comercio.
El papel del libre comercio en la forja de los países más desarrollados del mundo es un hecho constatado. La libertad económica es necesaria para que las personas prosperen. Al reducir los obstáculos, se crea un marco en el cual las personas pueden decidir cómo deben utilizar su tiempo, sus habilidades y sus recursos, un marco en el que se admite la innovación y se enriquece el crecimiento económico. En términos simples, todo país que posee un mayor y más sólido compromiso con la libertad económica goza de una calidad de vida superior
La historia lo ha demostrado, la liberalización del comercio promueve el uso eficiente de recursos, desplazando trabajo y capital desde industrias menos competitivas hacia aquellas con mayor potencial económico. Además estimula la inversión, la innovación, la productividad y el crecimiento económico a largo plazo, porque cree en las capacidades de la sociedad y la eficiencia de empresa para generar riqueza, frente a ese Estado igualitario y protector que lo quiere abarcar todo.
También permite la especialización en aquellos productos y servicios que cada cual hace mejor (Ley de ventajas comparativas)
El libre comercio posibilita que los consumidores se beneficien de métodos de producción más eficientes (Costos de producción más bajos conducen a bienes y servicios más baratos, lo cual mejora y aumenta su poder adquisitivo conduciendo a un mejora el nivel de vida), además el libre comercio no reduce el empleo, sino que lo redistribuye entre usos más eficientes gracias a la flexibilidad y dinamismo en el que se desenvuelve la actividad económica. También permite la especialización en aquellos productos y servicios que cada cual hace mejor (Ley de ventajas comparativas)
Ningún sistema es perfecto. El libre comercio es a la economía lo que la democracia es a los sistemas políticos, y es precisamente ese manido y falso argumento de las imperfecciones (nada creado por la especie humana goza de esa condición) al que recurre el rancio pensamiento único, de raíz socialista, para desaprovechar las capacidades de una sociedad a la que pretende alzar contra la modernidad y el sentido común, constituyéndose en el verdadero único enemigo del progreso basado en el esfuerzo y alimentando de ese este modo la realidad de su nefasto pasado.
El Socialismo del Siglo XXI es un ideario creado y oportunamente inspirado en un compendio de mitos falacias y falsedades de difícil asimilación, que a pesar de haber obtenido el más estrepitoso de los fracasos allí donde ha tratado de imponerse, comienza a extenderse como un reguero de pólvora por buena parte de las naciones latinoamericanas...
¿En qué situación se encuentra Latinoamérica? El subcontinente se abrió comercialmente al mundo después de varias décadas en las que imperaron tesis nacionalistas en política y proteccionistas en economía, factores que indudablemente han influido en su ancestral retraso respecto a las naciones más avanzadas del mundo, y en una situación de crisis permanente, donde el respeto a los principios democráticos y a la libertad se convierte en la excepción y no la norma. Y eso en economía acaba pasando factura, así, su participación, como área económica en el comercio mundial presenta una las tasas más bajas del orbe
A que pueden haberse debido tantos claroscuros? En general, y salvando evidentes diferencias, serían imputables a un cúmulo de causas entre las que cabría destacar el anómalo y escaso nivel educativo de la población, la ausencia de reformas o las reformas tímidas o fallidas, el alto grado de corrupción imperante, los irresponsables desajustes macroeconómicos, la baja calidad de las instituciones y la hipertrofia del sector público, la violencia social o la mínima protección que el Estado brinda a sus ciudadanos.
Ese estado general de descrédito ha generado un desasosiego justificado en la población, harta ya de mensajes vacíos que invocan el mejor reparto de una riqueza que nunca o casi nunca llega a alcanzar a una ciudadanía asentada en la desconfianza, escasamente favorecida por sus gobernantes y obligada a sobrevivir con unos recursos vergonzantes.
Indudablemente es ese el principal fundamento que ha impulsado a los iluminados e ilusos salvapatrias de la izquierda más radical a alcanzar el espíritu y la mente de sus pueblos. Gobernantes que haciendo uso del manido e incumplido compromiso de repartir con justicia algo que son incapaces de generar están llevando al progresivo empobrecimiento moral, ético y económico de unas masas que en su momento creyeron errónea y ciegamente en esa falsa y sectaria mística revolucionaria.
Son esos cantos de sirena, los que están llevando a buena parte de los países de Latinoamérica a encerrarse en un esplendido aislamiento que ha puesto al descubierto las verdaderas carencias de una ideología manifiestamente incapaz para superar los nuevos retos globales, y que, sin duda, conducirá – ya lo está haciendo- al inevitable colapso de sus respectivas economías. Entonces…. ¿qué quedará para repartir? solo pobreza y desesperanza, los graves problemas y las tensiones generadas por esos ineptos gobernantes que, retrocediendo en el tiempo, aún creen en el intervencionismo estatal como única vía para alcanzar la modernidad y el justo reparto de la riqueza.
Buena parte de las naciones latinoamericanas, (parece ser su destino fatal) se encuentran de nuevo en la encrucijada de decidir cual es el discurso y el modelo económico que regirá el futuro más inmediato de sus ciudadanos. Un situación que obliga a tomar partido por el discurso viejo y falaz del nacionalismo económico y el estatalismo más atroz, aderezado por la negación de las raíces europeas de sus respectivas sociedades o una clara apuesta, sin ambages, por preservar la democracia, aplicar los principios del libre mercado respetar la condición del ser humano y la división de poderes, por la primacía de la ley y el estado de derecho…. en suma, por la exaltación de la sociedad por encima del Estado que todo lo quiere controlar.
Sin duda el subcontinente es rico, y el ciclo negativo puede cambiar si se abordan las reformas necesarias desde el rigor y la racionalidad, tomando como referencia criterios de eficacia y eficiencia económica, y sabiendo que los efectos de dichas políticas tardan en repercutir en la esfera de los ciudadanos.
No puede cundir el desánimo… todo sea por el triunfo de la libertad como única forma para alcanzar la prosperidad de las naciones.
Diario de América
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