El general Raúl Baduel fue elemento determinante para impedir que Chávez pudiera consumar un nuevo fraude gracias a su fuerza moral en el Ejército y a la ascendencia que mantiene entre los militares con mando en plaza. Hoy lo revela la crónica de Joaquim Ibarz en el diario “La Vanguardia“.
Hugo Chávez, el caudillo omnipotente que el viernes pasado insultó y amenazó a medio mundo, murió al ser derrotado en el plebiscito del domingo. El Hugo Chávez con pretensiones de dictador quedó sepultado bajo una avalancha de votos. Quien aspiraba a gobernar hasta el 2050 podrá seguir en el poder si guarda las formas y respeta mínimamente las reglas democráticas. Pero se queda sin fuerzas, sin arrestos para imponer su proyecto totalitario, sin capacidad para subvertir al continente americano.
El teniente coronel golpista llevaba nueve años acusando a la oposición de conspiradora. Al fin, llegó el golpe. Como todos los golpes, vino de madrugada. Fue una asonada democrática que lo dejó noqueado, sin capacidad de reacción. La revolución del siglo XXI pasó a la historia, el socialismo chavista quedó en un esbozo de fascismo. El discurso de Chávez está sin base. Quienes más le dieron la espalda fueron los suyos, la gente de los barrios, que también estaba aterrorizada ante la imposición de un régimen a la cubana. Contra Chávez votaron los pobres más que los ricos. En los colegios de las barriadas populares de Catia, Caricuao y La Vega ganó el no. Los excluidos no votaron a favor. Sin confianza, con el temor de un nuevo fraude, la clase media del este de Caracas sufragó a última hora, casi de mala gana.
El movimiento estudiantil, que emergió el 28 de mayo tras el cierre de Radio Caracas TV en defensa de la democracia y la libertad, ha sido el factor clave que galvanizó a una oposición desmoralizada, que proponía el boicot al referéndum. Los universitarios devolvieron la ilusión y el espíritu de lucha a una sociedad golpeada por sucesivas derrotas. El general Raúl Baduel fue el otro elemento determinante que impidió que Chávez pudiera consumar un nuevo fraude gracias a su fuerza moral en el Ejército y a la ascendencia que mantiene entre los militares con mando en plaza.
Aunque los colegios electorales habían cerrado a las cuatro de la tarde, a las 12’30 de la noche aún no se había dado ningún resultado. Con el escrutinio de las actas, el no ganaba con el 52%. Chávez se resistía a reconocer su derrota. El presidente estuvo reunido durante cuatro horas en las instalaciones militares de Fuerte Tiuna con los altos mandos del Ejército que no quisieron comprometerse en el pucherazo que les planteaban. Fueron negociaciones difíciles. Sonaron todas las alarmas cuando el Consejo Nacional Electoral (CNE) echó de la sala de escrutinio a los representantes de la oposición. Cuando el fraude parecía estar en marcha, apareció por televisión la figura marcial del general Baduel. Le bastaron pocas palabras para advertir al CNE que “por el bien del país” no pueden aceptar presiones que puedan acarrear “situaciones indeseadas”. Nunca un militar vestido de paisano tuvo tal poder de decisión.
Diez minutos después de la intervención de Baduel, el CNE por fin facilitó los resultados que confirmaban lo que todos sabían: derrota del proyecto totalitario de Chávez. Pese al abuso de los medios del Estado, a las intimidaciones contra los funcionarios y a la existencia de un padrón electoral poco confiable, ganó la democracia. Todos, incluso los chavistas, respiraron con alivio.
Con la derrota de Chávez, en Venezuela se inicia una nueva época. Venezuela cambió. El país es otro. Empresarios y trabajadores respiran de otra manera. Unos y otros hablan de reconciliación y de sacar el país adelante, sin odios, sin venganzas, sin rencores. Tal como manifestaron todos los dirigentes políticos, los venezolanos dijeron que querían seguir viviendo con democracia y en libertad.
Al perder el plebiscito que debía perpetuarle en el poder, Chávez queda muy debilitado. Las empresas españolas pueden respirar con tranquilidad. Difícilmente Chávez podrá volver a amenazar con echarlas del país. Venezuela está en vísperas de un colapso económico, y cualquier medida irresponsable precipitaría la hecatombe. Es tal el despilfarro, la ineficiencia y corrupción, que el Gobierno no fue capaz de reducir la gran escasez de alimentos vitales –carne, leche, azúcar, huevos, harina, frijoles- en plena campaña para el referéndum. Con la inflación más alta de América Latina –pese al control de precios y de cambios-, y con el derrumbe de la producción industrial y agrícola por el acoso a los empresarios, la situación social se agravará tras las fiestas navideñas.
Al tener plazo fijo de salida de Miraflores, ya empezaron las deserciones y traiciones. A partir de ahora, el Tribunal Supremo de Justicia no dictará sentencias tan abyectas para complacer al ejecutivo. Quien era llamado Yo el Supremo, ahora es objeto de todo tipo de chistes y chanzas.
El ex ministro de Defensa, general Fernando Ochoa Antich, declara a “La Vanguardia” que la derrota del plebiscito supone el fin del” Chávez totalitario”: “El triunfo del no es un golpe mortal para Chávez, no tiene poder de recuperación. En agosto del 2008 habrán elecciones para gobernador y alcalde y ya se puede adelantar que sufrirá otra gran derrota”. El general Ochoa, autor del libro “Así se rindió Chávez”, afirma que “el presidente entra en una fase de debilidad, imposible de revertir; aunque quiera, no podrá imponer las leyes dictatoriales que ya tenía preparadas. Si lo intenta encontrará gran resistencia”.
Joaquim Ibarz - La Vanguardia
http://www.noticias24.com/actualidad/?p=10210
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