Heinz Dieterich- quizá el único ideólogo de los muchos contratados por Chávez que venía advirtiendo los peligros que corría “la revolución bolivariana”- a pocas horas de la derrota electoral publicó un análisis en el cual señala que la causa principal de la derrota chavista es “la conducción vertical de la revolución“, o lo que es lo mismo, el Presidente ordena y todos los demás obedecen. La Asamblea Nacional “es una caja de resonancia de la voluntad presidencial donde los diputados, controlados por tres “capataces” dicen “sí” a todo lo que Chávez plantea, aunque sea inviable”.
Acusa Dieterich que los diputados no hablan para no perder sus jugosas prebendas. Sucede igual en el PSUV y en el gabinete donde las fracciones más poderosas se las arreglan entre sí, dentro de los lineamientos generales del Presidente y bajo su poder de veto. La fracción dominante “cuyos tentáculos van del control del aeropuerto vía las influencias en los servicios de inteligencia, en la Cancillería y en los nombramientos de los generales de las FAN, hasta fuertes activos económicos, es la que encabeza el gobernador de Miranda, Diosdado Cabello”. El gabinete es dominado por “el oportunismo material y la conciencia de que la única garantía de poder era la popularidad de Chávez”. Con la derrota del domingo “esta segunda premisa está ahora en tela de juicio.
El precio político que pagó el Presidente fue la falta de información sobre la realidad”. Lo mismo ocurrió con los edulcorados análisis de la “Sala Situacional de Miraflores” controlada por “asesores extranjeros (españoles, franceses) sin experiencia ni nivel político, pero con muy sabrosos sueldos” (los que en Antena 3 defendían el inviable proyecto de Chávez). Dieterich concluye que “Chávez ha sufrido una derrota estratégica en el referendo, que junto con la derrota estratégica del gobierno de Evo en Bolivia y la cada vez más precaria situación en Cuba, constituyen un panorama extremadamente grave“. Es posible que los gobiernos de Hugo Chávez y de Evo Morales no sobrevivan los embates de la reacción en el 2008 y que el modelo cubano se agote en el 2009-2010″.
Los mudos del gabinete y de la AN ahora elevan sus críticas después de la derrota. JVR cuestiona el tratamiento que Chávez dio a los estudiantes llamándolos “hijos de papá” y el atribuir su derrota a la “inmadurez” del pueblo. El genocida laboral de la famosa lista afirma que “Chávez necesita gente que le diga las cosas cuando está equivocado”. Hernández Montoya señala que la “corrupción y la soberbia” son la causa de la debacle electoral. Y hasta el pasquín Vea pide que el chavismo “debe examinar temas candentes como el PSUV, la discusión interna y los problemas de inseguridad personal y auge de la delincuencia”. Con su renuncia al cargo de vicecanciller, Vladimir Villegas apunta que “el Presidente necesita estar acompañado de gente que le diga las cosas”. Esperanza vana. Chávez sólo habla e insulta. Nunca escucha. Otros, aún más quejosos como Lina Ron, lanzan sapos y culebras contra ministros, gobernadores y alcaldes a quienes acusan de la debacle electoral. El cogollo del PSUV es blanco de la ira de Chávez, quien aún se pregunta qué se hicieron los supuestos cinco millones y medio de militantes que no aparecieron en las urnas. Diosdado, el eructante, Reyes Reyes, Bernal y Barreto están en la mira del lastimado ego presidencial: porque en sus predios, bastiones supuestamente chavistas, el “NO” ganó por paliza.
Chávez acusa al pueblo de inmadurez por haber rechazado el modelo cubano de su reforma constitucional, cuando el inmaduro es él, porque nunca quiso oír el clamor popular contra la reelección indefinida, la concentración de todo el poder en sus manos y la virtual desaparición de gobernadores y alcaldes. Ni siquiera con la derrota ha exhibido un poco de humildad. Regañó a los integrantes de la Misión Che Guevara de “haber dejado perder el SÍ” y llamó flojos y traidores a quienes no votaron: “Me tengo que ir en el 2013 porque ustedes no aprobaron la reforma. Miranda tiene una deuda conmigo y anótenla. Los caraqueños tienen una deuda conmigo, aquí la tengo anotada. ¡Vamos a ver si me la pagan o no me la pagan!”
Este narciso incurable no admite que él es quien está en deuda con el pueblo.
Por eso fue derrotado. Si no deja el delirio sobre su ya frustrada revolución continental; sigue buscando atajos inconstitucionales para permanecer eternamente en el poder (como aprobar por decreto lo que el pueblo rechazó con su voto); y no atiende los problemas de desabastecimiento, inflación galopante, corrupción, desempleo e inseguridad, el pueblo lo sacará del poder. Aunque el troglodita de turno en Mindefensa siga amenazando “Patria, socialismo o muerte”. Por cierto ¿sabían que el “NO” ganó en Fuerte Tiuna?
Chacumbele
Marta Colomina
El Universal
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