El éxito del Manifiesto está siendo rotundo concitando docenas de miles de firmas.
Son los ciudadanos quienes tienen derechos lingüísticos, no los territorios ni mucho menos las lenguas mismas, afirmaba Fernando Savater en la presentación del Manifiesto por la Lengua Común, promovido por el diario El Mundo, y patrocinado por un grupo de prestigiosos escritores entre ellos el mencionado Savater, Albert Boadella, Carmen Iglesias, Mario Vargas Llosa Alvaro Pombo o Luis Alberto de Cuenca.
El éxito del Manifiesto está siendo rotundo concitando docenas de miles de firmas, algunas famosas (deportistas, escritores, catedráticos, filósofos, artistas, periodistas, políticos –sobre todo del Partido Popular y de Unión Progreso y Democracia-) pero la mayoría de ciudadanos que tan solo desean salvaguardar sus derechos y sobre todo el cumplimiento de lo que la Constitución prevé sobre la lengua y el idioma en España.
Llama la atención la tibieza con la que han respondido algunos dirigentes del PSOE de Zapatero queriendo jugar entre el apoyo y la duda, la cobardía de dos firmantes como el poeta Gamoneda y Ramoncín que tras firmar se dieron de baja, el disgusto de los políticos nacionalistas radicales que en Baleares, Galicia, País Vasco o Cataluña se dedican a experimentar lamentables medidas –como multar a los comercios que exhiben rótulos en castellano o valorar el idioma más que los conocimientos técnicos en las oposiciones públicas- que si no fuera por el daño que hacen a personas concretas serían ridículas. Y entristece la respuesta entre iracunda y penosa de ciertos intelectuales oficiales de estos nacionalismos identitarios (Suso de Toro a la cabeza) que se limitan a atacar a los firmantes del manifiesto o a balbucear extrañas excusas que niegan la evidencia.
Hay dos ideas absolutamente nucleares que avalan el manifiesto y colocan el debate en el escenario exacto. En primer término la Constitución española que avala la lengua común (el idioma español) amparando desde luego el bilingüismo en los lugares donde se registra . Y este aval normativo no es producto del azar sino de la historia profunda de más de cinco siglos que hoy han desembocado en la esplendorosa realidad de un idioma como el español, hablado por más de 300 millones de personas y que ya se ha convertido en la segunda lengua en los Estados Unidos de América.
Y en segundo término la certera expresión de Savater, los territorios no tienen derechos, ni las propias lenguas, se trata de las personas, de los hombres y mujeres que las hablan. Por eso la defensa o la promoción del bilingüismo es razonable, positiva y espléndida , pero bajo ningún concepto puede producirse la aberración cultural y social de que un ciudadano español en cualquier parte del territorio de España vea privados o mermados sus derechos a usar la lengua española, a rotular sus propiedades como le venga en gana o a escolarizar a sus hijos en el idioma común en la escuela pública.
De eso trata el Manifiesto y no de coartar otros idiomas oficiales. La realidad no se puede soslayar, y es evidente que el idioma común es tan solo el español (término más correcto que castellano). El resto son respetables y aún maravillosos, pero simplemente no son el común de los españoles ni el común que se habla en América.
He firmado el Manifiesto como multitud de españoles de buena fe, ahora se trata de que los responsables políticos se sientan compelidos por él y rectifiquen en los errores cometidos. De ahí la importancia de la movilización ciudadana cuyo principal objetivo debe ser que PP y PSOE firmen un pacto sobre la lengua común y la política lingüística aplicable en todos los rincones de España.
Por Fernando Alonso BarahonaDiario de América
http://www.diariodeamerica.com/front_nota_detalle.php?id_noticia=4321
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