lunes, 17 de septiembre de 2007

Milicia Popular y “guerra de guerrillas”



Los antecedentes históricos de gobiernos socialistas demuestran que hay lógica detrás de la sustitución progresiva de un ejército regular por una milicia popular. Con excepción de la Iglesia Católica, no existe otra institución más conservadora y tradicional que una corporación militar

Una de las más controversiales propuestas de la particular y personalísima reforma constitucional del presidente Chávez tiene que ver con las especulaciones sobre una sustitución gradual de la FAN por una milicia popular, reserva territorial o milicia nacional, como quiera que se la ha querido llamar de acuerdo a los vaivenes temperamentales del comandante en jefe.

Si los antecedentes y la historia son buenos referentes, todo movimiento revolucionario socialista incluye en su programa a milicias o a ejércitos populares. Así ocurrió en Rusia, China, Cuba, Irak, Irán, Libia y en todos los países satélites soviéticos de Europa Oriental. No transformaron sus ejércitos, los sustituyeron y adoptaron otra forma de organización con el sello de “popular” o “revolucionario”.

Hay lógica detrás de esta decisión. A excepción de la Iglesia Católica no existe otra institución más conservadora, tradicional y protocolar que una corporación militar. Un estado socialista como el planteado es incompatible con este tipo de institución. Por eso no se puede confiar sólo en el proselitismo ideológico para reclutar a oficiales que pertenecen a una organización castrense convencional.


Emblemas

Napoleón decía que a un militar se le rendía incondicionalmente a través de la vanidad o de la codicia. Si utilizamos esta cínica reflexión del genial general y estadista para analizar la conversión de oficiales venezolanos en bolivarianos, encontraremos que estos desplazamientos, con muy pocas excepciones, tienen que ver más con atractivos mundanos que con la ideología o la vanidad.

Dos casos emblemáticos ilustran este aserto. Para el general en jefe Lucas Rincón ostentar el más representativo grado militar de general en jefe y estar en el vértice de la organización castrense no fue óbice para darle la espalda a quien lo había bañado de honores para luego retractarse y convertirse en Ministro de Defensa.

La actual contralmirante Carmen Meléndez de Maniglia, siendo apenas una capitana de corbeta durante el conato del 4-F en 1992, lideró el enfrentamiento armado de la Armada en San Bernardino que frustró la intención de los complotados de tomar la comandancia general. Sus méritos hoy tienen que ver más con sus incursiones y escaramuzas burocráticas en el Tesoro Nacional y en otros corredores de las finanzas públicas. Su audacia la asocian sus compañeros con la de Pizarro en el Potosí.


Milicianos populares

Los ejemplos de estos procesos renovadores son innumerables. La era soviética inauguró una nueva nomenclatura castrense: Ejército Rojo, Ejército Popular de Checoslovaquia, Ejército del Pueblo de Vietnam, Ejército Popular de China, Guardianes de la Revolución en Irán, entre otros.
El Ejército Revolucionario Cubano, por ejemplo, está integrado por un contingente de 38.000 hombres activos; 65.000 del Ejército de Trabajadores Jóvenes; 50.000 de la Fuerza de Defensa Civil y un millón de la Milicia Territorial.

En cuanto a la Ideología y Doctrina de las fuerzas armadas cubanas el rol que se le asigna es de “protección de las metas de la revolución y la preservación y sostenimiento del status quo comunista”. Una definición y un objetivo que, como reconoció Fidel Castro esta semana, se calló por un tiempo porque habría sido “una torpeza” anunciarlos.

Hace tres años, cuando se podían percibir las primeras señales de este proceso bolivariano anticipamos que el más vulnerable de los componentes de la FAN era la Guardia Nacional. La naturaleza de sus funciones y la conocida animadversión de otros componentes la hacen más susceptible a este experimento socialista.


Antecedentes

¿Se deberían preocupar los miembros de la FAN? Son excepcionales las milicias populares eficaces creadas por un gobierno socialista para sustituir a una fuerza armada convencional. Es común que fracase una milicia destinada a contener a un ejército formal. El denominador común de toda milicia es la corrupción. Una milicia de extracción popular, salvo la que surge de abajo hacia arriba para enfrentar una ocupación extranjera o enfrentar un régimen tiránico, deriva, generalmente, en una fuerza de mercenarios.


A mediados del siglo XIX un movimiento liberal de izquierda en Alemania que desconfiada del ejército prusiano llevó a cabo una reforma militar que condujo a la sustitución de la fuerza armada por una milicia civil, menos agresiva, que serviría como defensa nacional, especialmente de una eventual invasión de Francia o Rusia. Las armas, el entrenamiento, su integración, su división y muchos otros interrogantes no fueron adecuadamente abordados. No hubo invasión y la milicia fue incapaz de controlar el orden interno. Una organización ¡alemana! fracasada.

El gobierno de la República Española destinó enormes recursos y esfuerzos para formar un ejército de Milicia Popular que fracasó cuando se enfrentó al ejército profesional que lideró Francisco Franco. A sólo tres meses de iniciada la Guerra Civil en junio de 1936, el gobierno republicano se vio obligado a ordenar, sin éxito, a la indisciplinada Milicia Popular que se integrara al ejército profesional republicano. Si no es por la colosal ayuda soviética, Franco habría dado cuenta de los milicianos antes de que terminara el año de 1936.

El desplome del imperio soviético puso de relieve la lacra de corrupción que había contaminado al Ejército Rojo hasta en sus cimientos.


El fracaso miliciano

La más reciente experiencia de milicia popular fue la de Saddam Hussein en Irak. Un completo fracaso. Llamada Ejército Popular Iraquí (Jaysh al- Sha’abi) estaba compuesta de voluntarios civiles, organizada en 19 brigadas distribuidas en 18 áreas administrativas, bajo las órdenes de un comandante y coordinadas por un comando central en Bagdad. Las brigadas se dividían en bases y estas en escuadrones de 10 a 15 milicianos que alcanzaron inicialmente 50.000 miembros activos.


Cuando Hussein logró el poder absoluto la milicia contaba con 250.000 hombres y más tarde, alistando estudiantes de las escuelas secundarias y “voluntarios” hasta 42 años de edad, alcanzó un millón con una deplorable calidad que se demostró en los conflictos con Irán y la Guerra del Golfo. No obstante, el dictador persistía.

El propósito original era proporcionar al partido Baas de Hussein un brazo armado, indoctrinar la militancia y ofrecer un aparente respaldo a la fuerza armada. Pero el objetivo verdadero era arrebatarle al ejército regular el carácter profesional o monopolio de la seguridad interna.

Menos preparado que la Milicia Popular de la República Española, el Ejército Popular Iraquí, como sabemos, armado con decenas de miles de fusiles AK-47 y Druganov de precisión, huyó antes de cumplir una semana la invasión gringa y el ejército regular fue sometido en tres semanas.


Guerrilla y estilo de vida

Con frecuencia el presidente Chávez invoca como modelo la insurgencia de Irak pero olvida que este país está dividido en dos facciones irreconciliables que se odian más que a las fuerzas de ocupación y que independientemente de su origen, el conflicto ha derivado en una guerra civil. Las bajas de EEUU apenas superan los 3.000 soldados (en términos de combate insignificante con un despliegue de 150.000 soldados).

Las bajas de los iraquíes, militares y civiles, como resultado del enfrentamiento entre chiítas y sunitas, alcanzan centenares de miles.

Igualmente se olvida que la insurgencia iraquí en 4 años no ha logrado controlar un solo kilómetro cuadrado de territorio. Tampoco la de Colombia, la de Sri Lanka o la de Filipinas, después de décadas de lucha ¿Modelo de resistencia para la Milicia Nacional?

Los que toman en serio la charada de la “guerra de guerrillas” que el presidente Chávez usa para justificar la Milicia Nacional, deberían representarse la imagen de Ho Chi Minh, Fidel Castro o Mao Zedong liderando las guerrillas de su tiempo y contrastarlas con la de un robusto comandante en una tupida montaña del Estado Bolívar con un fusil Dragunov al hombro pero despojado del Airbus, de la caravana de automóviles blindados, de sus relojes Patek Phillippe, de sus corbatas Givenchy, de sus calzados de Bragano, trajes de Bond Street y el aire acondicionado de Miraflores.

Orlando Ochoa Terán

www.soberanía.org




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