Se trata de una reforma que técnicamente contraría el propio texto constitucional vigente
El análisis de la propuesta de reforma constitucional se ha desatado intensamente. Ello era de esperarse, dada la magnitud de los cambios propuestos, los cuales a no dudarlo ameritaban plenamente la procedencia de una Asamblea Nacional Constituyente y no una simple reforma. Baste con recordar que la propuesta afecta y altera claramente principios fundamentales como la alternatividad, el pluralismo ideológico e incluso la institución del sufragio, además del modelo económico y social. Es decir, se trata de una reforma que técnicamente contraría el propio texto constitucional vigente.
Uno de los temas más preocupantes es la situación de la libertad económica. La misma desaparece como derecho constitucional expreso, por lo cual evidentemente pierde vigor al depender de la interpretación de otras normas que consagran principios generales en materia de libertad. En este mismo sentido se elimina el deber del Estado de fomentar la iniciativa privada productiva dando preponderancia a una economía "comunal" en la que el pueblo organizado asume la producción de todos los bienes y servicios fomentándose las empresas y unidades económicas de propiedad social y mixta. El gran punto en el cual debe pensar el proponente de la reforma, es la viabilidad de la misma en caso de aprobarse. Hay principios consustanciales con nuestra vida democrática y económica que, por más que se alerten en la letra de la Constitución, su afectación o desaparición en la práctica serían una tuerca intragable para la sociedad y para nuestro modelo económico productivo.
Sencillamente pensar en un modelo de Estado en el cual la productividad sea colectiva y fuera del ámbito de acción natural de las sociedades mercantiles tradicionales, en Venezuela es inviable. Dicho ramplonamente, la idea de demeritar la iniciativa privada productiva equivale a atentar contra la productividad general del país y los primeros afectados con esa genialidad serán los más pobres y en consecuencia el propio Gobierno de turno, sobre todo si le tocan tiempos de vacas flacas, sea por bajo precio del crudo o por baja producción.
Así las cosas, por más que ese sueño trasnochado de degradar a las sociedades mercantiles tradicionales se ponga en papel, la imposibilidad de la ejecución material de ese modelo será contundente e inmediata. Tanto nadar para morir en la orilla.
Juan M. Raffalli A.www.eluniversal.com
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