El país se resiste a la presencia de bandas formadas por facinerosos dirigidos por profesionales de la violencia, que aparecen armados hasta los dientes durante campañas o eventos electorales, mientras el resto del año disfrutan de buena remuneración por trabajar en invasiones, tomas de instituciones o en brigadas de choque para replegar protestas estudiantiles, por ejemplo.
Se trata de una gentuza de la peor ralea que funge de revolucionarios urbanos, encapuchados o sin máscaras, que con pistolas en mano la arman en nombre de una insólita “resistencia bolivariana”, envalentonada con la defensa de unos “territorios” que por voluntad popular dejaron de pertenecerles, como es el caso de la Alcaldía Metropolitana, que continúa tomada por esos indeseables grupos paramilitares que actúan impunemente bajo la protección de quienes los contratan y entrenan. Sabemos quién les paga, están en nómina en los cuerpos de seguridad del Estado, también en la de alcaldías o gobernaciones que siguen instrucciones directas de Miraflores. Este clima de violencia se transmuta, está pasando de terrorismo de baja intensidad hacia un terrorismo progresivo, promovido por el Estado. Por eso resulta cínico, por no decir canalla, el llamado a la cordura que hizo el vicepresidente del PSUV, general Müller Rojas, al colectivo La Piedrita –después de la demostración simultánea de la semana pasada, cuando lanzaron bombas lacrimógenas o explosivas a instituciones y personalidades–, cuando les pidió “reflexionar y racionalizar su discurso”. Fue una forma de minimizar sus acciones, casi de disculparlas, demuestra que el directivo del PSUV no sólo los tolera, también los perdona. Müller se dirige a La Piedrita como si se tratara de unos muchachos díscolos que hacen diabluras para demostrar su intolerancia política. Lamentablemente no es así, Müller lo sabe, lo sabe mejor que nadie, no se trata de jóvenes que juegan con fuego, ¡atacan con fuego!, no sé cómo se atreve este mariscal o general del PSUV, espetar “que están confabulados con la oposición para hacer creer que este es un país violento”, cuando la verdad es que con sólo escuchar las alocuciones del Presidente de la República exigiendo a la Guardia Nacional echarle “gas del bueno” a los estudiantes, basta para entender por donde comienza el problema de la violencia en Venezuela, desde la política, pasando por la de hombres que apalean y acuchillan a sus mujeres hasta la de esos gatillos alegres que les arrebatan la vida a niños o a inocentes ciudadanos mientras esperan un autobús o engullen una “bala fría” en un puesto de perros-calientes. Chávez, con su permanente discurso de odio, exacerba todas las violencias; por eso, con su empeño de permanecer en el poder indefinidamente no hay posibilidad real de acabar con ella dignamente. Votar NO, es votar contra la barbarie y la violencia.
Tic tac
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Rivalidades castrenses: ha causado extrañeza que en las reuniones del Alto Mando Militar para afinar detalles del Plan República no asista el comandante del Ejército, general Carlos Mata Figueroa. Atribuyen la ausencia a una manifiesta rivalidad con el general Jesús González González, jefe del Comando Estratégico de Operaciones de la Fuerza Bolivariana de Venezuela (Ceofab), por las aspiraciones de ambos en la cartera del Ministerio de la Defensa.
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Temores: el Presidente no confía ni en su sombra, ha ordenado a la Disip investigar a todos sus colaboradores, empezando por la oficialidad. Basado en esos informes le ordeno al jefe de la Casa Militar realizar cambios entre oficiales internos… tic tac.
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