Termina la cumbre del Grupo de Río con un insólito aunque previsible resultado: Correa puesto en ridículo, Daniel Ortega con la cola entre las piernas y Hugo Chávez tragándose sus poderes de seducción ante un hecho incontrastable: Álvaro Uribe le ha vuelto a dar una lección de estatismo, seriedad, coraje y sentido histórico.
Regresa a Bogotá con la cabeza de Raúl Reyes en una mano, el brazo de Iván Ríos en la otra. Unas FARC que se desmoronan de día en día y de minuto en minuto. Y la maleta llena de risas y abrazos. Un auténtico cazador de cabezas.
No fue a por un puñado de dólares. Como los que le permitieran a un aficionado Rafael Correa hacerse con el poder de un país que en su momento Simón Bolívar calificara de republiqueta. Que de otra manera no se explica que un país hecho y derecho sea gobernado por un amateur tan bisoño y lampiño que da grima. Ni los que le han permitido a Hugo Chávez contar con la sonrisa de la Sra. Fernández de Kirchner y la servil obsecuencia de uno de los revolucionarios más desprestigiados y corrompidos del mundo, como el comandante Daniel Ortega.
Han terminado en el sitio del que jamás debieran haber salido: en la pista del circo de la política latinoamericana. ¿Cómo es que Chávez rompe relaciones, echa al embajador de Colombia, moviliza diez batallones, pone a nuestro país en pie de guerra para terminar pocas horas después abrazardo con el peón del imperio, el lacayo de las multinacionales y el cínico cachaco del palacio Nariño? ¿Borrón y cuenta nueva? ¿Aquí no ha pasado nada? Ya te aviso, Chirulí.
Tanta alharaca, tanta bravuconería, tanta tronante amenaza para demostrar que del cerco de sus dientes no salen más que bravatas. Un tigre de papel. ¿Qué le pasó a sus ímpetus guerreros? ¿Qué a sus afanes expansionistas? Flatulencias, eructos, hipos y carrasperas. Imposible olvidar a Jaime Lusinchi, un presidente bonachón y sin ínfulas de generalato, que se cuadró frente al Caldas e impuso la defensa de nuestra soberanía. Imposible olvidar a Rómulo Betancourt, que sacó a patadas al comandante Ochoa Sánchez, a Ulises Rosales del Toro y a Tomás Menéndez, Tomassevich, de Falcón y El Bachiller, expulsando de paso a Fidel Castro de la OEA Eran la flor y nata de las guerrillas cubanas – las FARC de la Sierra Maestra – y salieron con la más homéricas de las diarreas.
Eran otros tiempos: presidentes bragados, silenciosos y corajudos. Que antes de hablar pensaban. Y luego de hablar actuaban. Dispuestos a entregar sus vidas en el campo de batalla. No estos generales de papel maché que se esconden en el museo militar y protestan porque pillan a sus terroristas en calzoncillos.
El gran triunfador de jornada, Álvaro Uribe. Violeta Parra le hubiera cantado: “discreto, sobrio y sencillo, son joyas resplandecientes, con las que el hombre que es hombre, se luce decentemente”. A Simón Trinidad y otros altos dirigentes de las FARC se unen Raúl Reyes e Iván Ríos. La cacería es inclemente. La desbandada es total. Tan grande es la debacle, que Chávez se rinde, Ortega se arrastra y Correa se esconde. Mayor fiasco, imposible. Tienen sus días contados.
Pedro Lastra
http://www.noticias24.com/actualidad/?p=12678
sábado, 8 de marzo de 2008
EL CAZADOR DE CABEZAS
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