martes, 25 de marzo de 2008

Los otros rehenes


Se comenta, es decir, circula como rumor en los medios tribunalicios, que ya está cocinada una sentencia pesadamente condenatoria contra Forero, Vivas y Simonovis, así como contra los ocho agentes policiales de la PM que los acompañan en prisión desde hace más de cuatro años. Se les acusa de la máxima responsabilidad en los fatales sucesos del 11A. Si el rumor sobre la sentencia tiene o no verosimilitud no es el tema de este editorial. Aunque no lo descartaríamos, sin embargo, dada la conocida y demostrada vocación del oficialismo por la violación de las normas legales, tampoco lo vamos a garantizar. Pero la ocasión es propicia para volver una vez más sobre el tema de la escandalosa violación de todos los derechos humanos de que vienen siendo objeto estos presos políticos.

El juicio al cual han sido sometidos es probablemente el más extenso de la historia judicial del país. Se ha estirado a lo largo de más de dos años, durante los cuales, como lo registra el comisario Iván Simonovis en su carta pública, se han realizado 184 audiencias; han declarado 175 testigos, se han presentado 6 mil fotografías y más de 20 horas de videos; 44 expertos del Cicpc han revisado 250 experticias. La conclusión de toda esta ordalía, hasta ahora, es contundente: no es posible demostrar ninguna relación de causalidad entre los sucesos del 11A y los acusados. Todos los recursos intentados por la defensa para que los reos obtengan los beneficios de ley han sido negados, llegando el colmo del ensañamiento a su exclusión, completamente inconstitucional y discriminatoria, de la Ley de Amnistía dictada en diciembre pasado.

Por supuesto que ésta no es una discusión jurídica, es un asunto político. Los presos no están en la cárcel por alguna responsabilidad concreta sino porque son los chivos expiatorios perfectos de aquellos hechos. Amnistiados casi todos los imputados por los hechos del 11A (la inmensa mayoría de los cuales no podía ser acusada de nada, salvo de haber asistido al aquelarre de Miraflores), quedan estos once presos políticos como símbolo de la venganza, que no de la justicia. No hay otra razón para que estén privados de la libertad que no sea la de mantener viva la "verdad oficial" de la historia de que ese día, contrariamente a lo que todos los hechos conocidos evidencian, los disparos y las muertes tuvieron un único origen: el pueblo que manifestaba. La tradición venezolana, desde el siglo XIX hasta 1998, con las excepciones de Castro, Gómez y Pérez Jiménez, está marcada por la generosidad de los vencedores hacia los vencidos. La gente de este Gobierno no tiene esa grandeza de alma.

TalCual
Teodoro Petkoff

http://www.megaresistencia.com/portada/content/view/1678/1/

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