Algún día la Sra. Piedad Córdoba, el Sr. Moncayo y muy en especial la Sra. Pulecio, madre de la celebérrima Ingrid Betancourt, tendrán que explicarle al pueblo venezolano las razones que les llevaron a inmiscuirse de manera tan indiscreta, abusiva y excluyente en nuestra vida política y a entregarse en manos del teniente coronel Hugo Chávez para resolver problema de la más estricta incumbencia de las autoridades colombianas y de su ciudadanía. ¿Qué demonios hacen en el cortejo real del presidente de la república bolivariana de Venezuela, volando de Bogotá a Caracas, de Caracas a Santo Domingo, de Santo Domingo a La Habana y de la Habana vaya a saber donde demonios se le ocurre desplazarse el ínclito caudillo a costa del erario público de todos los venezolanos?
Se comprende la necesidad de la senadora Córdova por conquistar centimetraje y relevancia para sus fines políticos. Que convierta su turbante en el emblema de la mediación. Y que pretenda llegar al palacio Nariño en hombros del Polo Democrático. También se comprenden los afanes de los familiares de destacados secuestrados de las FARC por ver modo de liberarlos de su pesada condena. Pero lo que no se entiende es que lo hagan a expensas de millones y millones de venezolanos que sufren males infinitamente más graves, como ver a sus más queridos familiares asesinados por el hampa, a sus seres más cercanos desprovistos de justicia y atención sanitaria, a su país hundido en la ignominia y la vergüenza.
A ninguna madre de los más de cien mil asesinados durante la vigencia del actual régimen se le ha ocurrido aparecerse por los predios del presidente Uribe para pedirle medie en el horrendo drama que les atenaza. Aprovechándose de paso del pago de hoteles, pasajes aéreos y otras granjerías, como aquellas de las que abusan a mansalva la senadora Piedad Córdova o la Sra. Yolanda Pulecio. A ninguna de las esposas o madres de nuestros presos políticos, injustamente aherrojados en las mazmorras del régimen, se le ha ocurrido escribirle siquiera una letra a algún senador, periodista o encumbrado dirigente neogranadino para ver si así se mitiga su sufrimiento. Y en cuanto a la leche, los huevos, el pollo o el aceite, nadie se anda arrastrando por los alrededores del palacio presidencial colombiano para ver cómo le llega a sus hijos con las necesarias meriendas.
Es cierto: Uribe no anda a la pesca de oportunidades para resolver sus problemas domésticos con escapulario ajeno. No es un metiche que fisgue en el patio del vecino para acallar las protestas de sus propios moradores. Es un hombre recto y justo que se ocupa de los suyos. Incluso de los secuestrados de las FARC. De allí la razón de su guerra a muerte contra los enemigos de la libertad. Pues muerto el perro, se acabó la rabia.
Pero un mínimo de decoro les vendría muy bien a estas plañideras profesionales, que se aferran a las ubres bolivarianas como garrapatas sedientas. A ver si siguen sacando su tajada de la suculenta torta del expansionismo chavista. Yo no les pediría como hiciera el Rey Juan Carlos con el teniente coronel, pero les rogaría fueran pensando en volver a Colombia a apoyar al presidente Uribe y le acompañaran en la lucha contra los asesinos que les han causado tanto daño. ¿Por qué no se largan?
Pedro Lastra
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