Hace algo más de un mes que el Consejo de los Guardianes de la Constitución, un comité de 12 personas integrado por los mulás y sus consejeros legales, rechazaba las solicitudes de casi 4000 hombres y mujeres que deseaban concurrir a las elecciones del 14 de marzo. Casi todos los infructuosos aspirantes pertenecen a las 21 formaciones designadas por los observadores occidentales como "contrincantes reformistas" del Presidente ultra-radical Mahmud Ahmadineyad.
Taqiyya, literalmente, se define como "ocultar o disfrazar las creencias, convicciones, ideas, opiniones o estrategias de uno en un momento adverso". En esencia, se puede definir como la legitimación islámica del engaño y la autorización a mentir en tiempos difíciles, todo permitido por el Corán a todos los musulmanes.
El director del Banco Central de Irán expresaba al Presidente Ahmadineyad su preocupación por el alarmante incremento de la inflación. La respuesta del Presidente Ahmadineyad fue categórica: “La inflación es irrelevante para el país, y no influirá en las elecciones del 14 de marzo”. Al mismo tiempo, un informe del Centro de Investigación Estratégica Iraní (IEC) confrontaba las declaraciones del Presidente e informaba de que el presupuesto proyectado para el año próximo disparará de manera astronómica la inflación.
Pese a que "Nosotros somos el país más democrático de la región", en palabras del Ministro de Asuntos Exteriores de la República Islámica, Manuchehr Mottaki, los sucesos dentro de Irán, sin embargo, ofrecen pues una imagen diferente. Hace algo más de un mes que el Consejo de los Guardianes de la Constitución, un comité de 12 personas integrado por los mulás y sus consejeros legales, rechazaba las solicitudes de casi 4000 hombres y mujeres que deseaban concurrir a las elecciones del 14 de marzo. Casi todos los infructuosos aspirantes pertenecen a las 21 formaciones designadas por los observadores occidentales como "contrincantes reformistas" del Presidente ultra-radical Mahmud Ahmadineyad.
La lista de los rechazados es una relación de disidentes, e incluye a particulares que desempeñaron cargos en las administraciones de Hashemi Rafsanjani (un mulá metido a empresario) y Mohammed Jatami (el clérigo de nivel medio que precedió a Ahmadineyad). Hay también cifras significativas de ex miembros de la Asamblea Consultiva Islámica (el Majlis), el parlamento de 290 escaños que desde Jomeini contribuye a dar una cierta apariencia de democracia a lo que por lo demás es un gulag persa.
Es cierto que los llamados "reformistas" nunca han propuesto ningún programa de reformas, siendo muchos de ellos impulsores seminales del programa nuclear que Irán compró al Dr. Jan, el traficante paquistaní de tecnología nuclear. Su reputación de "moderados" y "reformistas" se debe en gran medida al hecho de que utilizan el arte del taiqiyah para esconder sus verdaderas intenciones al mundo exterior.
Ahmadineyad, en cambio, evita el taqiyah. Lo que vomita por la boca es lo que tiene en la cabeza. Y cree sinceramente que su variante del Islam se encuentra camino de la victoria contra un Occidente corrupto, débil, obeso y cobarde, encabezado por unos Estados Unidos divididos. El problema central de estas elecciones iraníes es que la política occidental de diálogo ha convencido por primera vez a parte de su electorado de que Ahmadineyad, quien en las elecciones anteriores no era sino un demente, podría estar en lo cierto. Lejos de beneficiar a los llamados "moderados", la política de mimos predicada por el zar de la política exterior de la Unión Europea, Javier Solana, ha reforzado a la facción radical encabezada por Ahmadineyad.
En estas elecciones además, el ultra-radical Presidente controla la presidencia y el Consejo de Ministros que va con ella; estas elecciones darán por ende el pistoletazo de salida a la maniobra del Cuerpo de la Guardia Islámica Revolucionaria por irrumpir en los centros del poder restantes en Irán, empezando por el Majlis. El encargado de organizar estas elecciones, por ejemplo, ha sido el General Reza Afshar, y otros funcionarios de la Guardia encabezan comisiones electorales por todo el país. Se avecina un enorme pucherazo persa.
El tercer motivo de que estas elecciones no vayan a cambiar nada es que Ahmadineyad ha tenido un cuidado escrupuloso en reducir los poderes del Majlis en tanto su Guardia Islámica se hace con las riendas. Por si acaso. Hace aproximadamente dos semanas, la prensa iraní se hacía eco de una carta en la que el Presidente Ahmadineyad explica al presidente del Majlis que el parlamento carece de autoridad para obligarle a alterar sus políticas. En lenguaje sencillo, según Ahmadineyad, los parlamentos de las Repúblicas existen para dar el visto bueno a lo que decide hacer el Presidente.
El presidente del Majlis, Gulam Ali Haddad Adel, encontró tan insultante la novedosa versión Ahmadineyadesca del fascismo europeo de los años 30 que se quejó al "Guía Supremo", el ayatolá Ali Jamenei. Tras varios días de vacilación, el ayatolá respondía con una suave reprimenda a Ahmadineyad, que respondía diciendo que su gobierno no se preocupa de ejercicios epistolares.
Los partidos y las formaciones pro-Ahmadineyad concurrirán en estas elecciones con la etiqueta colectiva de "fundamentalistas" (Osul-garayan), y parecen prepararse para una movilización masiva de los segmentos de la sociedad aún leales a la revolución jomeinista en un momento en que a pesar de la cascada de beneficios del crudo, la economía iraní hace aguas, debido especialmente al coste del programa nuclear y la financiación de la yihad en Irak, Gaza y el Líbano. En el caso de que la clase media permanezca al margen, cosa que se espera fruto de la apatía consecuencia de la situación económica, esos segmentos podrían ser lo bastante grandes para conceder una segunda vuelta a la presidencia Ahmadineyad, y eso a su vez le dispondría en una posición aún más privilegiada de cara a un segundo mandato en junio de 2009.
La única nota de color que saldrá de estas elecciones es que la erradicación de "moderados" y "reformistas" privará de manera directa por primera vez a Europa de una de sus ilusiones más antiguas en materia de Irán: que el régimen jomeinista aún posee un mecanismo de evolución y cambio internos.
Lo que ha salido de la Revolución Islámica del imán Jomeini, que pretendía rescatar las bases de la ética, la moral y la política dentro del chiísmo, es un sistema teocrático, mesiánico e imperial que se ampara en la tradición para subsistir. El fraude denunciado anticipadamente por importantes personalidades religiosas y políticas informa expresamente de que el taqiyya es ya una forma de hacer política, acompañada del sectarismo y la postergación de los principios éticos y políticos por parte del régimen de Ahmadineyad, cuya dirección sitúa a los iraníes en el ojo de una tormenta internacional y sirve de sinónimo para locura, indolencia y fraude.
Por George Chaya
Diario de América
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