Los tres laptops de Raúl Reyes contienen indicios irrefutables de los delitos cometidos por los gobiernos de Venezuela y Ecuador. ¿Cuáles delitos? Varios. El más grave, complicidad en primer grado con bandas armadas dedicadas al asesinato, tráfico de drogas, secuestros, extorsión, robo, y estupro, que es la denominación técnica de la violación de menores. Los más leves: financiamiento ilegal de campañas electorales, malversación, soborno y prevaricación, que es el deliberado incumplimiento de la legislación. ¿Qué códigos penales determinan que esos comportamientos constituyen delitos? Todos: los de Venezuela, Ecuador, y Colombia --que es el país víctima-- y los acuerdos internacionales suscritos por los tres países en la OEA y la ONU.
La teoría de que los laptops del narcoterrorista muerto fueron manipulados por el gobierno de Colombia es una estupidez. Cualquier experto en informática sabe que el correo remitido por medio de internet va dejando una serie de huellas indelebles en la red y en el propio programa que se utilizó para enviarlo. El examen de esas huellas es tan preciso como un análisis de ADN. Lo que registran las computadoras de Reyes es lo que el guerrillero escribió en las fechas en que aparece archivado en el disco duro. No hay manipulación ni error posible que no pueda ser descubierto.
Ante esta circunstancia, avalada por la INTERPOL, el presidente ecuatoriano Rafael Correa, cogido con las manos en la masa, esgrime un hábil truco dialéctico en su defensa que conocen muy bien los abogados criminalistas, aunque no ignoran su mínima eficacia: si vamos a dar por ciertas las palabras de Raúl Reyes cuando se comunica con otro terrorista, ¿por qué no lo vamos a creer cuando acusa al gobierno de Uribe de tener vínculos con los paramilitares y narcotraficantes? Por una razón muy sencilla: cuando Raúl Reyes acusa a su enemigo Uribe de ser narcotraficante o asesino tiene el clarísimo objetivo de desacreditarlo y de manipular a la opinión pública; cuando se comunica con un compañero de lucha, en cambio, su propósito es informarle cuidadosamente de ciertos asuntos importantes para la supervivencia de todos. El hecho de que una persona mienta una vez no quiere decir que mienta siempre. A Raúl Reyes le convenía mentir cuando hablaba de Uribe públicamente, pero no le convenía mentir cuando le hablaba privadamente a Tiro Fijo o a otro comandante de las andanzas de Chávez o de Correa.
Las consecuencias penales y políticas de los laptops de Raúl Reyes, en su momento, pudieran ser muy severas. Por acusaciones mucho menos graves hay dos ex presidentes --Jamil Mahuad y Abdalá Bucaram-- y un vicepresidente --Alberto Dahik-- ecuatorianos radicados en el exilio. El presidente venezolano Carlos Andrés Pérez fue separado de su cargo y se le condenó a arresto domiciliario por algo que ni siquiera constituía delito: la utilización de los fondos reservados de la presidencia para proteger al débil gobierno de Violeta Chamorro, proceso, por cierto, que minó los fundamentos institucionales del país y contribuyó a abrirle la puerta al chavismo.
¿Por qué y cuándo fueron castigados estos políticos? Cuando perdieron claramente el favor de la opinión pública y dejaron expuesta su yugular a los colmillos de sus adversarios. Ya están, pues, sobre el tapete todos los elementos para predecir por dónde irán los tiros. Un día saldrá de la tumba el fantasma de Raúl Reyes como testigo virtual contra quienes fueron sus amigos. Así es la vida en este mundo bronco en el que la política es, realmente, una atroz riña a navajazos.
Carlos Alberto Montaner
El Nuevo Herald
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