Nubarrones sobre el Congreso de los Estados Unidos.
Ha bastado sólo un mes con Obama en la presidencia para que aquellos que veían en él a un político centrista y moderado empiecen a despertar de tan placentero aunque engañoso sueño. Pese a la demagogia, ya sabemos que Obama no tiene nada que ver ni con Abraham Lincoln ni con Ronald Reagan. Estos dos últimos siempre vieron un futuro brillante para Estados Unidos. Obama no: sus discursos hablan de desastre, de catástrofe y de apocalipsis. Con Reagan en el recuerdo, quizá 2010 -elecciones intermedias- y 2012 -elecciones presidenciales- no estén tan lejos para volver a los principios conservadores que han hecho grande a esta nación. El futuro no es halagüeño para el GOP y el ciclo electoral sigue favoreciendo a los Demócratas de la sopa boba. Aun así, 2010 puede iniciar un primer regreso de los conservadores como ocurrió ya en 1994; y 2012 puede suponer recuperar la Casa Blanca. Todo dependerá de cómo vaya la economía y de la vuelta real al ideario conservador por parte de los candidatos Republicanos.
La realidad es que la aprobación del paquete de “estímulo” económico empujado por Obama es uno de los mayores errores de la historia de Estados Unidos como nación. Pero la cruda verdad es que se trata de un “error” calculado por la Izquierda socialdemócrata para acabar poco a poco con el capitalismo y el sector privado e instaurar un Gran Estado intervencionista en línea con lo que ya Ayn Rand noveló hace más de medio siglo en su profética Atlas Shrugged. El “error”, justo es decirlo, no es sólo de su impulsor Obama (y los sectarios corifeos Pelosi y Reid), sino también de la intervenida política económica realizada en los últimos meses de la Administración Bush, con el malhadado consejo de Paulson y Bernanke. Estamos hablando de cuatro fatídicos programas de estímulo, de los que tres han fallado ya. El cuarto y último -el de Obama- lleva el mismo camino por mucho que este miércoles se venga hasta Phoenix (Arizona) -donde la mayoría no le votamos- a vendernos más humo.
En 2008 vimos tres programas sin éxito: 180.000 millones de dólares desperdiciados en el primer programa de Bush-Paulson; vino luego el segundo durante el verano con 345.000 millones de dólares también fallidos para subsanar la cuestión de la vivienda; el tercero y más vergonzoso fue el del otoño (¿sorpresa de octubre electoral o plan bien preparado para lanzar a Obama a la presidencia?) con 700.000 millones de dólares de rescate, también errado. Con las fallidas bases plantadas por Bush-Paulson, viene ahora Obama con otro programa nefasto de casi 800.000 millones de dólares. Si suman todas estas cantidades, más los intereses, la deuda norteamericana sube como la espuma y deja ya embargada a toda una generación. Desde que Paulson dijera el 28 de septiembre de 2008 que había que intervenir urgentemente la economía, el índice Dow Jones ha caído hasta hoy un total de 3.587 puntos (casi 300 sólo en este martes) y se calcula que en 2010 el gasto de Estados Unidos será ya el 40% de su PIB.
Ante todos estos payasos vestidos de políticos, no caben medias tintas: lo que todo esto rebosa es mala gestión, gasto elevado al infinito y endeudamiento público, obra de la parte final de la presidencia de Bush (lo que no resta su éxito en otras áreas) y de la parte inicial de la de Obama que repetirá cuantas más veces pueda. Lo peor es que estos desmanes económicos seguirán mientras haya mayorías Demócratas en el Congreso. En esta especie de vuelta a los experimentos Carter de los setenta (recuérdese su discurso de la tristemente célebre "crisis de confianza" de 1979), sólo cabe esperar que 2010 llegue pronto y que los conservadores tengan la oportunidad de recuperar la voz y el mando en el Partido Republicano en las urnas y prepararse ya para 2012.
Para ello, el auténtico conservadurismo (ese concepto que, para entendernos, uno tilda en español como “liberal-conservador”) debe dejar muy claros sus principios, sin ambages, con claridad, orgullo e insistencia. Sobre la base de un sano ideario conservador (que está por encima de las modas) es posible desarrollar unas respuestas reales a los problemas de la ciudadanía. Además, y esto es decisivo, los conservadores deben oponerse a los políticos de su propio partido que anteponen situaciones personales a los intereses de la nación, de la Constitución y de los principios conservadores que el GOP dice defender. Tres senadores Republicanos (sólo de nombre) como Alan Specter, Olympia Snowe y Susan Collins -los tres únicos Republicanos que votaron a favor del último paquete económico de Obama- deben ser desenmascarados cuanto antes por sus propios colegas y votantes. Reagan, presentándose como conservador, ganó 49 de los 50 estados de la Unión, incluidos esos que nos dicen son inalcanzables para los conservadores...
A fin de cuentas, el conservadurismo representa a todos los norteamericanos que estamos hartos del Gran Gobierno intervencionista, de tanto impuesto idiota y de tanta corrupción (ya hemos visto los escándalos de los nominados por Obama, lo de Rod Blagojevich y lo que acaba de saltar hace unas horas de Roland Burris, todos ellos Demócratas). En estos momentos de crisis -como ya viera Reagan- el Gobierno no es nunca la solución sino el problema y esta idea es la que puede llevar en 2010 y 2012 a los conservadores a recuperar plazas en ambas Cámaras y aun ganar la Casa Blanca. Quien esto escribe sigue creyendo que los próximos años verán el renacimiento del lado más auténtico del conservadurismo y una vuelta a los valores tradicionales que hicieron grande este país. De no ser así, Estados Unidos se convertirá en otra Europa.
Mas para que Estados Unidos recobre su senda hace falta apartarse de la demagogia y actuar desde la base misma de la ciudadanía. Falta hablar alto y defender con ejemplos y soluciones alternativas las razones por las que el Gobierno se equivoca al subir los impuestos; que el sistema impositivo federal es demasiado complejo; que los norteamericanos pagamos ya demasiadas cargas fiscales; que la llamada “flat tax” o “consumption tax” es una solución más adecuada; que nuestro Gobierno ha crecido y gastado demasiado (y en eso los Republicanos tienen mucha culpa también); que las regulaciones en los mercados deberían ser mínimas; que la socialización que busca Obama del sistema de salud empeorará aún más el actual sistema y que hay otras fórmulas mejores; que los recortes económicos para defensa son un error; o que es una equivocación impedir las perforaciones petrolíferas, la construcción de refinerías y plantas nucleares… y así podríamos seguir.
Todas estas ideas, con sus respectivas soluciones en todos los ámbitos de la vida pública -no sólo en lo económico-, están siendo ya tratadas por un grupo importante de conservadores que, con el impulso de nuevos líderes y dirección, están ya despertando de una siesta demasiado larga en los últimos años. Lamentablemente, los medios de comunicación están mayoritariamente con Obama. Hoy mismo, cuando el Pentágono -con el permiso de Obama- acaba de anunciar que se enviarán 17.000 soldados más a Afganistán nadie ha dicho una palabra cuestionando la escalada de tropas, actuando así hipócritamente al revés de cómo lo hacían cuando Bush estaba en la Casa Blanca y aumentaba tropas en la lucha contra el terrorismo. (Por cierto, lo de la Guerra contra el Terror también ha desaparecido de circulación entre la prensa obamita). Por eso, hora es ya de levantarse y de hacer frente a este intento de Obama y sus acólitos de acabar con el capitalismo y la iniciativa individual como la conocemos para instaurar la socialdemocracia en Estados Unidos. Reagan nos enseñó ya las soluciones para fomentar la libertad y el individualismo en esa gran ciudad en la cima que es América, como bien relató recientemente Martín Alonso.
Quienes deseen recordar a ese gran Reagan tienen ahora también un excelente nuevo vídeo que acaba de lanzarse aquí con el título Ronald Reagan, Rendezvous with Destiny. Con Reagan en el recuerdo, en esa cita con el destino, quizá 2010 y 2012 no estén tan lejos… Por eso también, Obama y los Demócratas, están ya hilando muy fino para silenciar por mágico y vergonzoso proyecto de ley ("Fairness Doctrine") a los medios conservadores, sobre todo a la radio...
Diario de América
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