jueves, 19 de febrero de 2009

La demolición de la democracia venezolana



El pueblo venezolano ha aprobado en referendo una enmienda constitucional que permite a su Presidente presentarse a la reelección cuantas veces lo considere oportuno. El límite de mandatos es una medida profiláctica, pero no esencial para determinar si un régimen es o no una democracia. Un proceso semejante se ha vivido en Colombia con resultados positivos. En nuestro país el límite no existe. José María Aznar decidió voluntariamente no presentarse a un tercer mandato. Quería dar ejemplo de renovación y evitar acabar como su predecesor. Con la perspectiva que da el tiempo, no está claro que fuera una buena idea.

Si hoy Venezuela es noticia no es porque haya realizado una modificación en su Constitución, sino porque se dirige de forma decidida hacia una dictadura de carácter populista. Lo importante del referendo no es lo que se ha votado, sino cómo se ha votado. Tras años de gobierno bolivariano las libertades han experimentado una importante merma. Los medios de comunicación han sufrido presiones y algunos han cerrado. Los opositores son perseguidos y encarcelados. El régimen se ha dotado de fuerzas paramilitares armadas que amenazan a quien obstaculiza el proclamado proceso revolucionario. La enmienda ha sido aprobada por una cómoda mayoría, pero en Venezuela no se ha votado en libertad.

Chávez puede ahora volver a presentarse para un tercer mandato. Hay quien cree, como el eurodiputado Luis Herrero, objeto de un trato inaceptable por parte de Chávez, que no se convocarán elecciones legislativas en el 2012. Es posible que así sea, sobre todo si la economía sigue el actual curso, la inflación continúa devorando los ahorros de la población y la caída del precio de los hidrocarburos limita drásticamente los ingresos del Estado, circunstancias que pueden crear un entorno nada favorable para garantizar el triunfo del actual Presidente. Sin embargo, a la vista de lo que ha sido la historia del movimiento bolivariano, lo más probable es que Chávez convoque las elecciones. Quiere dotarse de una legitimidad democrática, siente la necesidad del refrendo de las urnas para seguir avanzando en el proceso de destrucción de las instituciones representativas. Como es de imaginar, esas elecciones, en el caso de que se realicen, serán aún más escandalosas, aún más fraudulentas que la presente convocatoria.

La necesidad de una legitimidad democrática es el punto de mayor vulnerabilidad de Chávez. Ha sufrido la humillación de perder un referendo y, aún así, a pesar de su ideario profundamente antidemocrático, ha vuelto a insistir. Esto da a la oposición y, sobre todo, a la comunidad internacional un margen de maniobra para evitar o limitar la deriva autoritaria. No se trata sólo de denunciar los objetivos del bolivarismo, sino de mostrar las formas fraudulentas que se utilizan, de denunciar públicamente que este referendo no tiene validez porque no se ha desarrollado en condiciones normales.

Desde hace años venimos reflexionando sobre cómo actuar en la sociedad internacional para promocionar o defender la democracia sin tener que recurrir a la fuerza. Se ha escrito mucho sobre la «diplomacia preventiva», sobre la necesidad de que las grandes potencias y estados afectados intervengan desde un primer momento para evitar que una situación delicada derive en una crisis de mayor envergadura que pueda arrastrar a otras naciones. Desde la Unión Europea se ha planteado la necesidad de un "multilateralismo efectivo", expresión que recoge tanto una autocrítica por el pobre papel de los organismos internacionales en la resolución de los conflictos como una voluntad de asumir responsabilidades. Hay que actuar pronto y hacerlo de forma colectiva. La teoría está bien, pero la práctica brilla por su ausencia.

Nadie duda de hacia dónde va Venezuela, nadie se llama a engaño, pero, aún así, sorprende la inacción. ¿Qué ha hecho la Organización de Estados Americanos? Nada. Durante los últimos años hemos asistido a un mayor rigor económico en los gobiernos de Iberoamérica que ha facilitado tanto un aumento de la riqueza como una mayor solidez de las instituciones democráticas. Sin embargo, el apego al principio de no injerencia, tan arraigado en la zona, bloquea todo esfuerzo regional para combatir los extremismos.
Estados Unidos, escarmentado por pasadas experiencias, piensa que con su acción sólo puede alimentar el populismo y que, a fin de cuentas, Chávez es un problema para los venezolanos. El resultado es un discreto apoyo a la oposición y un desdeñoso desinterés por lo que allí pueda ocurrir.

Europa ve con preocupación la evolución de los acontecimientos, pero no va más allá. Si es incapaz de mantener de verdad una posición común sobre Cuba, si para muchos europeos la defensa del régimen comunista de Fidel es la última trinchera de la legitimidad revolucionaria que nunca han abandonado, ¿por qué meterse en nuevos problemas de salida incierta?

El caso español es representativo de las posiciones más extremas y lo ocurrido con el eurodiputado Luis Herrero paradigmático del debate en cuestión. Bono, Rodríguez Zapatero y Moratinos han manifestado sus simpatías por el régimen y han tratado de preservar las relaciones diplomáticas entre ambos estados por encima de las tropelías de Chávez contra nacionales y venezolanos. Nuestro embajador allí ha dado la espalda a un representante español avasallado por las autoridades en un formidable ejercicio de grosero autoritarismo. Y es que este destacado funcionario no está para defender derechos ni intereses nacionales, sino únicamente para garantizar las relaciones bilaterales mientras la destrucción de la democracia sigue adelante. Los portavoces socialistas acusan a Herrero de intromisión y justifican el maltrato ¿Hubieran hecho lo mismo en el Chile de Pinochet? Una vez más el doble rasero. Las dictaduras conservadoras son inaceptables, pero la legitimidad de las revoluciones de izquierdas está por encima de la lealtad a la democracia y a ningún diputado liberal-conservador y católico se le va a permitir ponerlo en duda.

Nuestra izquierda no sólo no hace nada para preservar las instituciones democráticas en aquel país sino que se brinda para dar cobertura a quienes tratan de demolerlas, aún a costa de renunciar a nuestros propios derechos. Si llevan años protegiendo a Fidel, a pesar de tantos asesinatos, abusos, corrupciones... cómo no iban a hacerlo con Chávez que, a su manera, trata de guardar las formas. Este comportamiento muestra la veta antidemocrática de algunos de nuestros dirigentes.

El bolivarismo encontró su caldo de cultivo en la corrupción e incompetencia de los partidos políticos tradicionales. Democristianos y socialdemócratas prepararon el camino, hoy la comunidad internacional se lava las manos, unos por simpatía, otros por no complicarse más la vida, dando un nuevo ejemplo de que el multilateralismo es una excusa para no hacer. Chávez sigue adelante, cada vez más delirante y endiosado, pero sabiendo adónde quiere llegar.

Por Florentino Portero
Diario de América

1 comentario:

Arturo dijo...

el profesor juan bosh decia y con toda razon qu eso es lo que necesitan los pueblos de nuestra querida america latina una dictadura con respaldo popular, cuanta falta hace un chavez aqui en dominicana y que se diseminen por toda america. asi saca al ladron de cisnero de aqui, que me averguenza que este en mi pais