La profecía de Biden se ha cumplido. Nuestro disparatado vicepresidente, momentáneamente inspirado, había predicho el pasado octubre que "no pasarán seis meses antes de que el mundo ponga a prueba a Barack Obama”. Biden probablemente tenía en mente algún drama al borde del fin del mundo estilo crisis de los misiles cubanos. En lugar de eso, los desafíos a Obama se han presentado en dosis más pequeñas. Algunas son amenazas deliberadas a intereses estadounidenses, otras son simples globos sonda encaminados a comprobar si el nuevo presidente tiene los huevos bien puestos.
La radiografía preliminar no resulta muy alentadora.
Constatemos la larga lista de provocaciones rusas descaradas:
(a) Ejercer presión sobre Kirguizistán para que cierre la base aérea estadounidense de Manas, una vía de entrada en Afganistán absolutamente crucial para la OTAN.
(b) Anunciar la creación de una "fuerza de acción rápida" junto a seis antiguas repúblicas soviéticas, una fuerza de ataque rápido de dirección rusa destinada a reafirmar la hegemonía rusa dentro del cinturón musulmán al norte de Afganistán.
(c) Planificar el establecimiento de una base naval en el Mar Negro dentro del territorio de la provincia disidente de Abjasia, dentro de Georgia, conquistada por Moscú el verano pasado.
(d) Anunciar las intenciones de Rusia de desplegar proyectiles balísticos ofensivos Iskander en Kaliningrado si Polonia y la República Checa proceden con los planes de destacar un sistema estadounidense de defensa balística (anti-iraní).
La respuesta del Presidente Bush al despliegue de Kaliningrado -- la amenaza fue lanzada al día después de la elección de Obama -- fue firme. Se negó a retroceder porque ceder a las amenazas rusas dejaría a polacos y checos expuestos y demostraría al mundo que, contrariamente a las premisas post- Guerra Fría, no se puede confiar en que Estados Unidos proteja a Europa Oriental de la tiranía rusa.
¿La respuesta de Obama? “Biden da muestras de que Estados Unidos está abierto a un acuerdo balístico con Rusia," como titulaba el New York Times el discurso de Biden el 7 de febrero en Múnich ante una importante reunión internacional. Esto seguía a los contundentes mensajes salidos del equipo de transición de Obama antes incluso de la investidura en torno a que Obama no estaba comprometido con el escudo antimisiles. Y sólo para cerciorarse de que todo el mundo entendía que la política Bush ya no estaba vigente, Biden decía en Múnich que Estados Unidos quería "accionar el botón de reinicio" de las relaciones OTAN-rusas.
Naturalmente, el excéntrico giro de Obama suscitó la favorable reacción de Rusia. (Hay informes contradictorios que apuntan a que Rusia podría suspender el despliegue de chantaje de Kaliningrado.) El Kremlin debe haber quedado igualmente impresionado de que el resto de las provocaciones -- Abjasia, Kirguizistán, la fuerza de acción rápida -- apenas hayan provocado reacciones en Washington.
Irán ha quedado igualmente encantado con las insinuaciones de Obama. Una semana después de que el nuevo presidente procediera a enviar dulces señales de paz a través de al-Arabiya, Irán lanzaba su primer satélite terrestre nacional. El mensaje está claro. Si se puede poner un satélite en órbita, se puede alcanzar cualquier continente con un misil, incluyendo Norteamérica.
Y para dar énfasis, tras esconder la mano, llegaba la piedra. Un equipo femenino estadounidense de bádminton había sido invitado a Irán. Se presentaba la oportunidad de llevar a cabo el "toma y daca diplomático" con la apertura del nuevo presidente, una empresa ostentosa encaminada a insinuar la posibilidad de relaciones más cálidas.
El 4 de febrero, Teherán negaba la entrada a Irán al equipo.
A continuación, por si acaso Obama no había captado el mensaje, el presidente del parlamento de Irán se levantaba en Múnich para ofrecer su respuesta al gesto de paz de Obama. Documento de síntesis: muchas gracias. Después del reconocimiento por su parte de 60 años de crímenes contra nosotros, cambie no sólo su tono sino sus políticas, y abandone a su suerte a la entidad sionista criminal, y puede que hasta nos dignemos a hablar con usted.
Con un Goliat sonriente, andando erráticamente con un cartel de "patéame" en la espalda, hasta los supuestos aliados se unían a la fiesta. Pakistán liberaba de su arresto domiciliario a A.Q. Khan, el famoso aficionado a la proliferación nuclear que vendió tecnología nuclear a Corea del Norte, Libia e Irán. Diez días más tarde, Islamabad capitulaba a los Talibanes abandonando a su conocida misericordia el Valle de Swat, a 160 kilómetros de la capital. No sólo la sharia va a imperar allí de ahora en adelante, sino que se dará caza como animales al partido secular elegido democráticamente en cuanto el ejército paquistaní se retire.
Estas capitulaciones pakistaníes podrían explicar el incremento de 17.000 efectivos en Afganistán anunciado a toda prisa por Obama antes incluso de haberse completado sus revisiones de la misión anunciadas a los cuatro vientos. Precipitadamente, sin explicaciones, pero menos da una piedra. Aparte de eso, un mes de desafíos constantes ha sido recibido con total pasividad.
Me gustaría pensar que la postura de pasividad total es atribuible a un líder novato ocupado en otros asuntos (léase nacionalmente), encabezando un equipo de política exterior aún por organizarse, por no decir desorientado. Pero cuando el Departamento de Estado anuncia que el referéndum de presidente vitalicio de Hugo Chávez, que fue precedido de una campaña controlada sin tapujos por el gobierno que incluyó el lanzamiento de gas lacrimógeno a la oposición, fue "en su mayor parte... unos comicios plenamente consistentes con el proceso democrático," sólo cabe preguntarse si el primer mes de mandato no es un augurio de lo que se avecina.
Diario de América
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